De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo: De la derecha cuando es diestra, de la izquierda cuando es siniestra.
Mario Benedetti
Niño mirando el nacimiento del nuevo hombre.
Salvador Dalí.
Dalmacio Negro Pavón, uno de los intelectuales más originales y profundos de la filosofía política en español, nos ofrece en El mito del hombre nuevo un cuidadoso examen de los principales antecedentes, concepciones y tendencias relacionados con la utopía del hombre nuevo.
En este mito, íntimamente dependiente de la religión secular, el autor identifica uno de los dogmas fundamentales que han configurado la mentalidad de nuestro tiempo, desde el siglo xix hasta el xxi, y trata de sacar a la luz sus principales rasgos y conexiones.
El mito del hombre nuevo es una nueva religión; secular, artificial y artificiosa. Sus principios radican en el artificialismo que corre por toda la cultura europea desde el contractualismo político. Se basa en la idea de que el hombre puede construir prácticamente todo.
En esta nueva religión, la idea de Dios está completamente borrada. No obstante, es una religión porque funciona como una religión al dirigir las creencias. Toda acción humana se apoya en creencias. Por ejemplo, fuera de la religión secular, toda acción humana se basa en la contraposición entre vida eterna y vida temporal. En la religión secular, desaparece esta contraposición porque es de este mundo y para este mundo. Al desaparecer la contraposición, desaparece la idea de Dios. Lo que no quiere decir que no vuelva a haber divinizaciones y re-sacralizaciones. Se sacraliza la voluntad humana, se sacraliza el conocimiento, se sacraliza el poder del hombre mismo.
Los conceptos que caracterizan la mentalidad moderna (humanismo, calvinismo, racionalismo, cientificismo, igualitarismo, ambientalismo, laicismo, nihilismo...), así como los autores que los han desarrollado, van quedando iluminados a lo largo de este brillante análisis, cuya lectura permite sin duda comprender mejor nuestro tiempo y nuestra cultura, y con ello abrir nuevas perspectivas.
Todo un universo de sonidos nos rodea. Espacios llenos de extraños símbolos fonéticos que emanan de la vida misma, tan naturales para nosotros, que aun formando parte del misterio del ser humano y de toda la Creación, apenas provocan en el hombre impresión alguna en su alma.
Filósofos, científicos, buscadores de todas las épocas, han intentado desvelarlo, de manera que se pudiera comprender parte de la verdad del hombre: ¿de dónde venimos?, ¿cómo surge la vida?, ¿cuál es nuestro origen?, ¿cómo surgió el lenguaje?
De entre todos los buscadores, encontramos el mundo propio de la Tradición. En él se manifiesta de forma natural toda la historia de la Humanidad y del Universo desde los tiempos prehistóricos, que se desarrolla en dos vertientes unidas e inseparables; el mundo de lo interno (las esencias), y el mundo de lo externo (la creación).
La Tradición, conducida en el tiempo por la sabiduría ancestral de Maestros y discípulos, se concreta por vez primera para la sociedad occidental en el siglo XIX, con Helena Petrovna Blavatsky, con sus inmortales obras Doctrina Secreta, e Isis Sin Velo. Éstas, tomadas como ficción por muchos científicos, ¿nos aportan algo sobre el origen del lenguaje? Y si es así, ¿las teorías existentes las afirman o las contradicen? Esto es lo que con profundo respeto nos planteamos ver y comparar.
Teorías sobre el origen del lenguaje Entre el gran número de teorías existentes, se pueden reducir a dos las más aceptadas. Teoría de la onomatopeya Según la cual, la lengua primitiva vendría a ser una expresión imitativa mediata o inmediata de las percepciones. Se establece como teoría más generalizada. Teoría de las expresiones afectivas Se podría llamar teoría interjeccional, por cuanto la lengua tendría su principio en las diversas exclamaciones que hubiera provocado en el hombre la contemplación del mundo.
La Teoría Onomatopéyica nos habla de un lenguaje surgido de la imitación de los diferentes sonidos de la Naturaleza. Sin embargo esta imitación por sí sola no nos resuelve el misterio de cómo llegaron a entenderse y comunicarse los hombres entre sí.
Blavatsky clarifica este problema con el concepto de la mente, y nos dice en su Doctrina Secreta: «El hombre, antes del desenvolvimiento de la mente, desarrolló al principio una clase de habla que sólo era un progreso sobre los diversos sonidos de la naturaleza».
En la Teoría de las Expresiones Afectivas, se nos dice que el lenguaje no surgió como imitación de los sonidos de la naturaleza, sino de las sensaciones interiores producidas por su contacto con el mundo (asombro, dolor, alegría...) cargado de exclamaciones emocionales.
Esta teoría no contradice a la onomatopéyica o imitativa, pues una y otra se complementan perfectamente. El hombre si imita es porque tiene sensaciones. Pero del mismo modo que la teoría anterior, no explica cómo de esa naturaleza animalesca con que se presenta al hombre pudo crearse una relación de ideas.
Blavatsky nos dice: «Hasta que el hombre no adquirió completamente la facultad razonadora, no existió el lenguaje propiamente dicho, sino una especie de conato del lenguaje».
La lingüística recoge plenamente este problema, pero en todas sus teorías no es capaz de explicar cómo se pasó del lenguaje imitativo de los sonidos al lenguaje con coherencia; cómo se pasó del lenguaje que no expresaba ideas, al lenguaje que sí las expresa, o más claramente: ¿en qué momento se adquirió esa facultad razonadora? Y aquí entramos en el siguiente problema: ¿cuándo adquirió el hombre la mente?
A pesar de este problema no resuelto para la ciencia, pero sí para la Tradición, la lingüística nos presenta un desarrollo de la formación del lenguaje desde su origen hasta nuestros días. Este desarrollo se presenta en tres grandes divisiones o grados del lenguaje, que son: Monosilábico, Aglutinante y de Flexión.
Es sorprendente que la Tradición, antes aún de toda teoría nos enseñe lo mismo. Vemos en Doctrina Secreta: «El habla, pues, se desarrolló según la Enseñanza Oculta, en el orden siguiente: Idioma monosilábico, Idioma Aglutinante e Idioma de Flexión...».
El lenguaje monosilábico, según la lingüística, es aquel que comenzó por el período llamado de «raíces» porque se componía de expresiones integrales e indivisibles, y estas expresiones estaban ya constituidas por elementos articulados o compuestos de vocales. Es curioso saber que el primer sonido considerado y que surge de los niños es la «a» para todas las razas humanas; después le sigue la «e», la «i», la «o» y la «u». Así estas primeras raíces monosilábicas fueron compuestas por una vocal, o como mucho por una vocal y una consonante.
A este respecto nos dice Blavatsky en Doctrina Secreta: «Los primeros hombres tenían el lenguaje del sonido, a saber: sonidos cantados, compuestos de vocales solamente». «Este idioma monosilábico fue el padre vocal, por decirlo así, de las lenguas monosilábicas mezcladas con consonantes duras. Este lenguaje monosilábico, es el de los primeros seres humanos, de raza amarilla. Este lenguaje todavía se usa entre las razas amarillas».
Esta afirmación la encontramos como idea general y aceptada en el lingüista Estanislao Sánchez, que dice: «Los idiomas más antiguos son los monosilábicos transgangéticos, porque se hallan al norte del río Ganges, entre las razas amarillas».
¿Cuál es la característica de este lenguaje monosilábico? Como su nombre indica, es el conformado por una sola sílaba, o como mucho por la misma sílaba repetida, que surgió como imitación de los sonidos de la Naturaleza a la vez que de sensaciones.
Estos primeros hombres hablantes, aún no tenían la capacidad de dar sentido a estos conceptos puros o primeras raíces, y por ello no se puede hablar de un verdadero lenguaje. No había una fluidez entre la palabra y la idea, sino que cada una de estas raíces monosilábicas se manifestaban como entes independientes entre sí. La comunicación se basaba en el sonido pero no en su interpretación.
Estas primeras sílabas tenían un sentido principalmente emocional; la relación palabra-concepto no se guiaba por una unión ideal, sino pasional.
A este respecto nos dice J.J. Rousseau en su Origen del Lenguaje: «Las primeras voces tienen su origen en las pasiones». El estruendo del trueno, la caída del rayo, el aire huracanado, el sol, el cielo estrellado; provocaban tales impresiones en el alma de estos primeros hombres que surgieron al tiempo que los primeros sonidos o voces monosilábicas.
Sin embargo estas primeras raíces, aún siendo formadas por las emociones, ya encerraban en sí las primeras ideas debido al desarrollo paralelo de la capacidad razonadora. Así el trueno en su parte emocional provocaba miedo por su formidable poder. Esta emoción al imitar el sonido del trueno, Tron, se convierte en un Dios, y en la mitología escandinava se le llamó Thor, hijo del Cielo y de la Tierra. Thor encierra en sí una emoción y una idea, que es la de fortaleza o poder.
De este lenguaje monosilábico surgió el lenguaje de aglutinación, pero la lingüística no sabe cómo se desarrolló el uno del otro. Todos los lingüistas se encuentran perdidos en este punto, y se sabe que el lenguaje sin el pensamiento no es posible. El uno es el origen del otro.
Estasnislao Sánchez dice ante este problema: «Ante la imposibilidad de hallar el origen del lenguaje, ¿no habrán los hombres primitivos heredado una civilización, una Edad de Oro?». Refiriéndose a los daemon u hombres de oro de Platón.
J.J. Rousseau, intentando desvelar el origen del lenguaje, y tratando por todos los medios de negar su origen divino, tuvo que dar marcha atrás en varios puntos de su desarrollo por la imposibilidad de encontrar en el origen de la lengua un proceso estrictamente humano. Tanto es así, que llega a escribir en su ensayo: «En cuanto a mí, espantado por las dificultades que se multiplican y convencido de la imposibilidad, casi demostrada, de que las lenguas hayan podido nacer y establecerse por medios puramente humanos, dejo la discusión de este difícil problema a quien quiera».
Las escuelas idealistas del siglo XIX no tenían ninguna duda sobre que el origen del lenguaje surgió de un ser superior a nosotros, un ser divino. La Tradición nos dice sobre este punto: «Descendió de una de las regiones superiores el Gran Instructor, apiadado de los hombres tomando a los mejores de ellos para que enseñaran al resto de la Humanidad las ciencias y las artes. Estos primeros hombres, llamados Maestros Divinos; fueron quienes enseñaron el poder de los nombres y las palabras».
¿Podemos considerar descabellada esta idea tradicional ante, como dice J.J. Rousseau, «la imposibilidad casi demostrada de que el origen de la lengua tenga un proceso estrictamente humano?». ¿Y no coinciden estos Maestros Divinos, u hombres más evolucionados, con los Daemon de Platón u hombres de la Edad de Oro, que nos cita el lingüista Estanislao Sánchez?
¿Cómo se pasó del lenguaje monosilábico al de aglutinación? Tras el lenguaje monosilábico, la lingüística, al igual que la Tradición, evoluciona hacia el lenguaje de las aglutinaciones. Su característica básica es el añadido a la raíz principal de otras sílabas o raíces que pasaron a ser sufijos o prefijos y que modifican la raíz central o idea primordial.
Este lenguaje de aglutinación es el que se desarrolló, según la lingüística, en los pueblos llamados turanianos, que son los que existieron en una gran extensión de Asia y Europa con una lengua común, antes de las migraciones semíticas y aryanas. Del Tigris al Indus poseían todo el territorio en que figuraron después los iranios.
Para la Tradición: «El lenguaje monosilábico pasó a poseer diferentes caracteres, que originaron distintas lenguas monosilábicas. Esta evolución de los caracteres surgió al tiempo que la evolución razonadora del ser humano. A su vez estos diferentes idiomas monosilábicos originaron diferentes idiomas aglutinantes».
Al tiempo que estos hombres alcanzaban su totalidad humana, el despertar de la conciencia al mundo de las ideas generaba la propiedad de interpretar y unir las palabras con sus ideas, y éstas entre sí.
Como dice el lingüista Steinthal, en referencia al origen del lenguaje: «El alma y el cuerpo dependiendo de su origen primero, despierta al tiempo que cada nueva intuición un sonido o acento».
Para la Tradición, el lenguaje aglutinante es el primer lenguaje real del ser humano tal cual somos. En este lenguaje aglutinante las raíces eran puras, sin existencia de derivados. Podía existir la idea pura o raíz «Thor», a la cual se le añadían otras raíces que modifican su idea primera sin perder por ello su esencia. Ejemplo de este lenguaje, y siguiendo la idea de la raíz Thor o trueno, que da idea de poder y fuerza, en el castellano desaparece la H al no pronunciarse y se convierte en Tor. Así nos encontramos con: Trac-Tor: vehículo que tracciona con gran fuerza o poder. Tor-Mento: dolor de gran intensidad o fuerza. A-Tor-Ar: objeto que se halla obstruido en medio de algo. (Es significativo ver como a su vez, Tor, en esta palabra, se haya en medio del prefijo y del sufijo, como si estuviera atorado).
En este lenguaje aglutinante, la raíz principal, Tor, fuerza o poder, se convierte en el alma, aquello que se aplica a un cuerpo para darle sentido. Así esta raíz es el alma de la palabra, y las raíces secundarias, (sufijos y prefijos), el cuerpo sobre el cual se aplica.
El lenguaje de flexión Si es difícil explicar la evolución del idioma monosilábico al aglutinante, mucho mayor es la incógnita de cómo pasó éste al de flexión.
El lenguaje de flexión es un lenguaje altamente complejo. En él, no sólo la raíz es acompañada por sufijos y prefijos, sino que a su vez esta raíz fundamental sufre un cambio en la morfología, pareciendo que las diversas raíces son una sola palabra, resultando difícil luego hallarlas y por tanto descubrir su origen y procedencia.
En estas palabras el núcleo o raíz sigue correspondiendo al monosilábico primitivo, pero envuelto en otros elementos gramaticales. En este lenguaje flexivo ya aparecen los artículos, el género, los adjetivos, los participios, y todos los elementos del mundo gramatical tal cual los conocemos hoy. Dice Blavatsky sobre el paso de la lengua aglutinante a la de flexión: «Para la Tradición el lenguaje aglutinante, al igual que la vida, tuvo una evolución cíclica de infancia, pureza, crecimiento, madurez, dacaimiento y finalmente muerte».
Nos muestra por tanto la Tradición que el lenguaje de flexión es una evolución sobre las lenguas monosilábicas y aglutinantes, porque se desarrollan un número mayor de ideas. Los conceptos se acercan más a los arquetipos. Estos hombres del lenguaje flexivo primero, eran capaces de llevar las propiedades de estos conceptos a las diversas ideas, (palabras) para potenciarlas.
Mientras los seres humanos menos evolucionados aún mantenían lenguajes monosilábicos y aglutinantes, aquellos cuya facultad razonadora se encontraba más despierta, desarrollaron un lenguaje no sólo imitativo, sino mucho más puro, en tanto introdujeron ideas metafísicas, conceptos sobre la naturaleza interior y exterior del hombre y del Universo, que abarcaba todos los planos de la Creación. La verdadera fuerza del lenguaje flexivo se encontraba en su esencia, en el contenido y a la vez en su forma de expresión.
Los hombres más desarrollados de esta época usaban un lenguaje sagrado, como plasmación de los conceptos sagrados a través de la palabra. Este lenguaje era mitológico y divino. Estos hombres eran los seguidores de la Tradición que aquellos Maestros Divinos dejaron a la naciente Humanidad. De estas lenguas flexivas primeras y sagradas, nos encontramos al sánscrito antiguo, el avéstico, el eslavo antiguo, las lenguas griegas primeras, el akadio, y otras muchas procedentes de las migraciones indoeuropeas y semitas. Aquí encontramos una coincidencia entre el lingüista E. Sánchez y Blavatsky: «Este lenguaje procede de las lenguas indoeuropeas y semíticas».
Con el correr del tiempo este lenguaje como ser vivo va decayendo, el lenguaje sagrado se va vulgarizando al masificarse entre el resto de los pueblos que no podían alcanzar a entender los conceptos altamente sagrados y espirituales. Así, en oposición al sánscrito, o lengua sagrada, surgió el páncrito o lengua vulgar. De este modo sucedió con las demás lenguas espirituales.
Así observamos que el lenguaje monosilábico corresponde a la formación del cuerpo del lenguaje, aún sin alma y sin espíritu. En el lenguaje aglutinante ya aparecen las primeras manifestaciones de ideas conexas, y de atributos más allá de lo imitativo. Encarna el alma del lenguaje. En el lenguaje flexivo, los conceptos supremos, el lenguaje mistérico, las ideas divinas y mitológicas, son la expresión del espíritu.
Podemos comprobar que la Tradición no sólo se anticipa a las teorías existentes, sino que, mucho más importante, da respuestas a los interrogantes que aún se mantienen. Aporta una realidad tan evidente, y sobre todo tan distinta, que amplía y corrige los errores existentes en la Historia oficial. Proponemos, pues, seguir la Tradición.
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey preguntó:
¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena...
¿Quién no disfruta de un buen libro? Tantas historias y mundos por conocer. La mayoría de todas las historias y obras literarias, que ya han sido impresas en algún libro, ya son consideradas como obras de arte e, irónicamente, se puede hacer algo de arte con ellos.
Prueba de ello están en la siguiente colección de imágenes donde un artista estadounidense llamado simplemente como Robert, creó estos curiosos e impresionantes diseños, lo cuales él mismo los ha nombrado como “Book Art” (Arte de libros).
La doctora Nielsen tuvo un parto prematuro, su bebé nació en unas condiciones durísimas, pesaba 800 gramos y estuvo a punto de sufrir una parálisis cerebral. Las expectativas de vida eran realmente dramáticas y a los 4 años de edad el niño casi no hablaba, tartamudeaba constantemente y se pasaba el día mirando el cielo sin jugar con los otros niños.
Un día, mientras estaba meditando, la Doctora Nielsen pensó que había llegado el momento de usar las técnicas de la Ley de Atracción con su hijo. Los mismos ejercicios de visualización que habían traído a su vida un buen marido, una casa confortable y un trabajo en el que se sentía realizada. Poco tiempo después su hijo iniciaba una mejoría que los médicos no lograban explicar. Dejó de tartamudear, se convirtió en un compañero normal, pasó de curso y ahora habla tres idiomas a la perfección, hace deporte, le encanta dibujar y se siente integrado con los otros niños.
Según la Doctora Nielsen la clave está en algo muy sencillo: El Pensamiento Positivo. “A todos nos pasan cosas malas, pero ante una desgracia, uno tiene la oportunidad de cambiarla, si tus pensamientos son malos y te quedas en ellos en vez de superarlo, solo atraerás mas negatividad". El punto crucial es utilizar todo el cerebro, activar nuestros dos hemisferios, no solo nuestra parte analítica, que es el que la sociedad potencia.
El primer paso sería saber que es lo que queremos y pedirlo claramente. El siguiente paso sería comenzar a visualizarlo en nuestras meditaciones y saborear esos sueños como si ya fuesen reales. El lóbulo frontal del cerebro, en esos estados, no distingue realidad de fantasía, es nuestra oportunidad de acceder al subconsciente.
Usted aplicó la llamada ley de la atracción a su hijo?
Sí. Prefiero decir que creo mis realidades. Mi hijo nació tres meses prematuro, en condiciones dramáticas, pesando 800 gramos. Los niños que nacen tan pequeños a veces pueden tener problemas cuando empiezan a desarrollarse. El médico nos dijo que podría sufrir parálisis cerebral o problemas neurológicos, y ser sordo, ciego o mudo.
Unas expectativas durísimas.
Sí, y una bomba de relojería, porque nunca sabes cuándo puede frenarse su desarrollo, hasta que sucede. A los 4 años casi no hablaba, de- cía cuatro palabras y tartamudeaba hasta 20 veces para pronunciar una palabra tan simple como leche. La profesora me dijo que no progresaba, que andaba como un bebé y que se pasaba el rato mirando el cielo, sin jugar con el resto de los niños. No podría seguir en aquella escuela. Yo estaba destrozada.
¿Y qué hizo?
Un día, practicando mi meditación diaria, se me ocurrió usar el sistema para crear realidades que hacía 10 años que investigaba. Es el mismo sistema que he usado para conseguir todo lo que he conseguido en mi vida.
¿Por ejemplo?
Un buen negocio, una buena casa o un buen marido.
(...)
Lo puse en práctica y, al cabo de muy poco, empezaron las mejorías. Mi hijo paró de tartamudear y se convirtió en uno más. Pasó de curso, pero, como en el colegio no se lo creían, lo mandaron al psicólogo. Las pruebas fueron excelentes. Ahora está muy bien. ¡Habla tres idiomas a la perfección! Hace deporte, dibuja y es como cualquier otro chico. Ningún médico creía que eso fuera posible. Puedo afirmar que el poder de la intención sanó a mi hijo.
¿Cree en los milagros, o en Dios?
La palabra Dios tiene mucha carga y es limitada. Creo que hay algo, una inteligencia universal. El mundo no se creó por casualidad.
Los críticos con discursos como el suyo dicen que es peligroso, porque nos lleva a creer que todo depende de nosotros, incluso las desgracias.
A todo el mundo le pasan cosas malas. Ante los traumas, uno puede cambiar su actitud ante la desgracia. Si te ocurre algo malo y te quedas instalado en ello en vez de intentar superarlo, vas a atraer más negatividad.
Resuma su método.
Bebe de todas las tradiciones, pero no lo he inventado yo: solo lo he investigado durante 10 años. Sirve para conseguir todo lo que uno quiere en la vida. La idea es usar todo el cerebro, y no solo nuestra parte ana- lítica, que es la que la sociedad potencia. Al final de su vida, Albert Einstein se consideraba más artista que científico. Él es un buen ejemplo de alguien que utilizaba todo su cerebro.
¿Cuál es el primer paso?
Saber lo que queremos y pedirlo con claridad. Hay muchas personas que quieren ser felices, pero cuando les preguntas lo que quieren de la vida, te dan respuestas muy generales. Hay que especificar lo que quieres exactamente. Y entonces lo visualizamos, aunque la petición parezca desmesurada.
¿Pide usted de todo?
Sin duda. Ya le he contado el ejemplo de mi hijo. A partir de ahí, nos despreocupamos de cómo el universo lo llevará a cabo.
¿El segundo paso?
Es la fase práctica. No solo es cuestión de pedir: también se tiene que trabajar hacia ello, con pequeños pasos. Conseguir lo que quieres requiere esfuerzo. Cuando trabajas hacia algo que te ilusiona, aunque trabajes duro, no parece que trabajes. Estás haciendo acciones inspiradas y el tiempo pasa rápido.
¿Y si no creo que sea posible lo que pido?
Tienes que reprogramar tu cerebro con afirmaciones positivas. Si repites una frase 3.000 veces, ya tienes, como si dijéramos, un nuevo programa. Pero no siempre es tan fácil: a veces son necesarias otras ayudas, como ir al psicólogo, si estamos hablando de problemas emocionales serios.
¿Y la tercera?
La parte cuántica. Es la más importante y poderosa. Con profundos estados de relajación, empezamos a disfrutar la realidad que queremos crear como si ya la tuviésemos. El lóbulo frontal del cerebro, en estos estados, no distingue la realidad de la fantasía. Es una oportunidad de acceder al subconsciente.
¿Y consiguió a su marido con este método?
Sí. Visualicé exactamente cómo me gustaría que fuese, física y mentalmente, y qué virtudes debería tener. Lo escribí en un diario y, al cabo de muchos años, encontramos aquel papel en una caja. Mi marido lo leyó. ¡Era clavado a la persona que yo había imaginado!
A orillas de un estanque, diciendo estaba un pato: «¿A qué animal dio el cielo los dones que me ha dado?
Soy de agua, tierra y aire: cuando de andar me canso, si se me antoja, vuelo; si se me antoja, nado.
Una serpiente astuta,
que le estaba escuchando,
le llamó con un silbo y
le dijo "¡Seó guapo!
No hay que echar tantas plantas;
pues ni anda como el gamo, ni vuela como el sacre, ni nada como el barbo; y así, tenga sabido que lo importante y raro no es entender de todo, sino ser diestro en algo".
El manguito, el abanico y el quitasol
También suele ser nulidad el no saber más que una cosa; extremo opuesto del defecto reprehendido en la fábula antecedente
Si querer entender de todo
es ridícula presunción, servir sólo para una cosa suele ser falta no menor.
Sobre una mesa, cierto día, dando estaba conversación a un abanico y a un manguito un paraguas o quitasol.
Y, en la lengua que en otro tiempo con la olla el caldero habló, a sus dos compañeros dijo: "¡Oh, qué buenas alhajas sois!
Tú, manguito, en invierno sirves; en verano vas a un rincón. Tú, abanico, eres mueble inútil cuando el frío sigue al calor.
No sabéis salir de un oficio. Aprended de mí, pese a vos, que en el invierno soy paraguas y en el verano quitasol".
El jilguero y el cisne
Nada sirve la fama si no corresponden las obras
«Calla tú, pajarillo vocinglero -dijo el cisne al jilguero-. ¿A cantar me provocas, cuando sabes que de mi voz la dulce melodía nunca ha tenido igual entre las aves?» El jilguero sus trinos repetía, y el cisne continuaba: «¡Qué insolencia! ¡Miren cómo me insulta el musiquillo! Si con soltar mi canto no le humillo, dé muchas gracias a mi gran prudencia». «¡Ojalá que cantaras! -le respondió por fin el pajarillo-. ¡Cuánto no admirarías con las cadencias raras que ninguno asegura haberte oído, aunque logran más fama que las mías!...» Quiso el cisne cantar, y dio un graznido.
¡Gran cosa! Ganar crédito sin ciencia, y perderle en llegando a la experiencia.
El ratón y el gato
Alguno que ha alabado una obra ignorando quién es su autor, suele vituperarla después que lo sabe
Tuvo Esopo famosas ocurrencias. ¡Qué invención tan sencilla! ¡Qué sentencias! He de poner, pues que la tengo a mano, una fábula suya en castellano. «Cierto -dijo un ratón en su agujero-: no hay prenda más amable y estupenda que la fidelidad; por eso quiero tan de veras al perro perdiguero». Un gato replicó: «Pues esa prenda yo la tengo también...» Aquí se asusta mi buen ratón, se esconde, y torciendo el hocico le responde: «¿Cómo? ¿La tienes tú?... Ya no me gusta». La alabanza que muchos creen justa, injusta les parece si ven que su contrario la merece. «¿Qué tal, señor lector? La fabulilla puede ser que le agrade y que le instruya». «Es una maravilla; dijo Esopo una cosa como suya». «Pues mire usted: Esopo no la ha escrito; salió de mi cabeza». «¿Conque es tuya?» «Sí, señor erudito; ya que antes tan feliz le parecía, critíquemela ahora porque es mía».
Últimos comentarios