Sin ser una historia tan emocionante como las de la hacker bisexual neopunk Lisbeth Salander, en marzo se cumplieron 40 años desde la publicación de uno de los libros más importantes del siglo XX. “The Limits to Growth” cambió, a principios de los 70, la visión con entendíamos la relación entre los humanos y los recursos… La cosa empezó cuando el Club de Roma encargó en el verano de 1970 un informe sobre los posibles desequilibrios ecológicos del planeta a un grupo internacional de investigadores dirigido por el matrimonio Meadows (Dennis y Donella) y Jorgen Randers. El Club de Roma es una especie de think tank fundado por tecnócratas independientes en 1968 (aunque ahora ya hay de todo), y cuya motivación es el estudio de las problemáticas globales. En 1970 el Club emprendió una serie de estudios en el marco del llamado “Project on the Predicament of the Mankind“, en un entorno muy influido por esa nueva conciencia ecológica mundial que surgía de los 60. Pues, en pocas palabras, “The Limits to Growth” preveía un colapso del sistema económico mundial durante el principio del siglo XX. Vendió más de 12 millones de ejemplares, en más de 37 idiomas.
El libro relacionaba los resultados de un modelo matemático informático (el World-3) alimentado con los datos del equipo de Meadows, planteando siete escenarios armados a partir de cinco variables: población, alimentos, industrialización, polución y recursos no renovables. Estas variables estaban relacionadas en el World-3 a partir de 77 ecuaciones diferentes. Los resultados mostraban un colapso global a partir del año 2000, en algún momento a inicios del siglo XXI. Unos años antes, en 1968, Garreth Hardin escribía en la revista ‘Science‘ su famoso “The Tragedy of Commons” donde relataba como un grupo de personas acababa destruyendo (la “tragedy“) un recurso compartido (el “common“) porque todos anteponían sus intereses personales al del conjunto (o sea, el dilema del prisionero relatado once again). Ese mismo 1968 (menudo añito…), Paul Ehrlich escribía “The Population Bomb” donde predecía un colapso debido a la sobrepoblación mundial… antes de 1980. O sea, todo listo para el retorno de Malthus por la puerta grande: en 1880 ya había previsto que el crecimiento exponencial de la población no podría satisfacerse con el lineal de los recursos. Y los Meadows parecían darle la razón…
¿Pero cuáles fueron exactamente las conclusiones de “The Limits to Growth“? Lo cierto es que se trataban muchos elementos. Desde la dificultad que entraña para nuestro cerebro y cultura (lineales) resolver los problemas exponenciales, a la retroalimentación y no linealidad entre crecimiento e industria, o el rol de la tecnología en esta situación (que sería insuficiente), pasando por los requerimientos que debía tener una economía equilibrada. Todas sus conclusiones se podrían concentrar en tres:
- Los limites del crecimiento del planeta se traspasarían en algún momento de los próximos 100 años (o sea antes de 2070). El resultado sería un declive súbito de la población y de la capacidad industrial.
- Sería posible modificar estas tendencias y establecer un escenario de estabilidad ecológica y económica que fuese sostenible en el futuro.
- Cuanto antes se avanzase en este cambio de modelo que conjugase ecología y economía, antes se conseguirían esos resultados positivos.
Porque “The Limits to Growth” no hablaba, en realidad, de los límites del crecimiento económico sino ecológico. En 1972 conceptos como “biocapacidad” o ”huella ecológica”, que hoy resultan fundamentales para entender nuestra sociedad, no eran tan conocidos y, en el fondo, fundamentaban la mayoría de sus razonamientos. Así, planteaban el llamado “Estado de equilibrio global” donde la población y el capital se encontrarían estables. Habría un equilibrio entre tasas de mortalidad y natalidad, se aumentaría la eficiencia reduciendo el consumo de materias primas y las emisiones, se apostaría por los servicios a la vez que se priorizaría la producción de alimentos a la de productos industriales, los suelos se protegerían, el reciclado sería una apuesta importante… Recuerde, ¡estamos en 1972! La propuesta del informe del Club de Roma era intentar limitar el crecimiento material, pero no renunciar en ningún caso a la mejora de la civilización. Sin embargo, la cosa no se entendió del todo. 20 años más tarde (y luego 30 años más tarde, en 2002), el mismo equipo de “The Limits to Growth” revisó sus datos, mejoró el modelo, evaluó de nuevo sus escenarios y el diagnóstico… empeoró: “Society has gone into overshoot, … a state of being beyond limits without knowing it.”
Jorgen Randers del equipo de Meadows presentando un nuevo y escéptico informe del Club de Roma coordinado por él. El título es “2052: A Global Forecast for the Next Forty Years“. Aquí se da un pasito más porque al estudio genérico del futuro del planeta que eran los “Limits to…” ahora se le ponen nombres y apellidos. Las conclusiones del nuevo estudio (aun no publicado) y relatados en la rueda de prensa por Randers y el Club de Roma (aquí en Youtube) fueron:
- La respuesta de los humanos a la necesidad de adaptarse a las limitaciones del planeta es demasiado lenta.
- El PIB global crecerá a una tasa mucho menor de lo esperada debido a la menor capacidad productiva de las economías “maduras” (o sea, la OCDE).
- Así, las economías dominantes, en especial Estados Unidos, se estancaran. Brasil, Rusia, India, Sudáfrica y los Next-11 progresarán mucho más. China será una “success story” gracias a su capacidad de actuar.
- Habrán 3.000 millones de pobres en 2052, aunque el pico de población mundial -que seguirá creciendo- será en 2042 debido a la caída de la natalidad en las áreas urbanas.
- Los concentraciones de CO2 en la atmósfera continuarán creciendo y causarán un incremento de +2°C en 2052 y +2.8°C in 2080, realimentando el cambio climático.
O sea que la cosa no pinta bien. “Vivimos de una forma que no puede mantenerse por las futuras generaciones sin un cambio” concluye Jorgens. Cierto. Pero una mayor población en el planeta ha de ir asociado casi de forma obligada a un crecimiento de la economía. De no ser así estamos en un mundo de suma cero: si lo tengo yo, no lo tienes tú. En ese escenario el conflicto es inminente; una amenaza permanente. Pero hemos roto esa dinámica malthusiana mediante la creatividad, la inteligencia colectiva, la disrupción tecnológica,… Nos lo enseñó Esther Boserup hace años. No obstante, ese crecimiento debe plantearse siempre en función de los parámetros y restricciones físicas de nuestro planeta. Esa es la condición principal para la supervivencia (llámela sostenibilidad si quiere) y esa es, precisamente, la que parecemos olvidar una y otra vez. Y el cambio es más mental, que de disponibilidad real de opciones. Se acabará el petróleo y vendrá el sol. Se acabará el plástico y vendrán los biomateriales. Repase la historia de la humanidad: desde la peste negra del siglo XIV nunca nos hemos estancado. Se trata de estar siempre en equilibrio con el planeta, sin romperlo. Siempre bien. Siempre mejor.
http://www.fceco.uner.edu.ar/archivos/LIMITES%20AL%20CRECIMIENTO%202.pdf
El discurso ambientalista apareció en la escena política internacional a principios de los años 1980. Esencialmente positivo, rápidamente se convirtió en atributo indispensable del poder legítimo. Los más importantes jefes de Estado o de gobierno lo han hecho suyo en algún momento de sus carreras. Las transnacionales más contaminadoras han financiado abundantemente los órganos de la ONU vinculados a la protección del medio ambiente. En este artículo, que presentamos en 3 partes y que no será probablemente del agrado de los ecologistas ni de sus adversarios, Thierry Meyssan hace un recuento de la perturbadora historia de la retórica ambientalista, que a menudo ha servido para manipular las buenas intenciones o el miedo al futuro como medio de justificar polémicas decisiones militares o económicas.
El presidente Gerald Ford, el secretario de Estado Henry Kissinger y el consejero para la seguridad nacional Brent Scowcroft. Después de haber estudiado las consecuencias del calentamiento climático, los tres decidieron, a finales de 1974, que Estados Unidos tenía que hacer de la reducción de la población mundial uno de sus objetivos estratégicos.
La conferencia de Copenhague sobre el medio ambiente fue el ejemplo por excelencia del abismo que existe entre la realidad de este tipo de evento y la imagen de él que nos ofrecen los medios.
Antes de la conferencia, numerosas personalidades aseguraban que el mundo se iba a acabar al día siguiente si no se hacía algo y calificaban la cumbre de «última oportunidad para la humanidad». Pero cuando ese encuentro se terminó sin alcanzar un acuerdo de obligatorio cumplimiento, esas mismas personalidades aseguraron que la situación no era tan grave, que se alcanzaría el acuerdo en futuros encuentros y que la Apocalipsis podía esperar un poco más.
Los principales medios de difusión ni siquiera dieran explicación alguna sobre el brusco viraje. Simplemente, pasaron la página.
Para entender lo que realmente sucedió en Copenhague y lo que realmente está en juego cuando se habla de la «amenaza climática» es necesario mirar hacia atrás y pasar en revista todo el proceso que dio como resultado el surgimiento de esta nueva ideología y desembocó en el show de Copenhague.
Nuestro objetivo no es abordar aquí las consecuencias de los cambios climáticos, que durante siglos han llevado a los hombres a desplazarse de una región a otra, ni predecir los próximos cambios climáticos y las migraciones que han de provocar.
Concentraremos nuestra atención en otro aspecto del asunto:
¿Cómo es que los eslóganes de unos se transforman en mentiras que todos compartimos?
¿Cómo se usa la supuesta ciencia para disimular la manipulación política?
Y finalmente, ¿cómo pueden derrumbarse de pronto los falsos consensos?
A lo largo de 40 años, las cuestiones vinculadas al medio ambiente han sido manipuladas con los más diversos fines políticos por Richard Nixon, Henry Kissinger, Margaret Thatcher, Jacques Chirac y Barack Obama.
Ninguno de esos líderes creía que los cambios climáticos son imputables a la actividad humana. Si aceptaban esa premisa era en función de otros intereses. Veamos la historia de la ecología como área de enfrentamiento de las grandes potencias.
Continuar leyendo: http://www.voltairenet.org/1970-1982-La-ecologia-de-guerra
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