La fracturación hidráulica o fractura hidráulica (comúnmente conocida en inglés como hydraulic fracturing o fracking es una técnica para posibilitar o aumentar la extracción de gas y petróleo del subsuelo. El procedimiento consiste en la inyección a presión de algún material en el terreno, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, y favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, aunque ocasionalmente se pueden emplear espumas o gases.
Se estima que en 2011 esta técnica estaba presente en aproximadamente el 60% de los pozos de extracción en uso. Debido al aumento del precio de los combustibles fósiles, que ha hecho económicamente rentables estos métodos, se está propagando su empleo en los últimos años, especialmente en los EE. UU.
Existe una gran alarma sobre el peligro medioambiental derivado de esta técnica, pues además de un enorme consumo de agua, es habitual que junto con la arena se incluyan multitud de compuestos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisuración o incluso la disolución de la roca, y que podrían contaminar tanto el terreno como los acuíferos subterráneos.
Las inyecciones en el subsuelo para favorecer la extracción de petróleo se remontan hasta 1860, en la costa este norteamericana, empleando por aquel entonces nitroglicerina. En 1930 se empezaron a utilizar ácidos en lugar de materiales explosivos, pero es en 1947 cuando se estudia por primera vez la posibilidad de utilizar agua. Este método empezó a aplicarse industrialmente en 1949 por la empresa Stanolind Oil. Junto con el agua se incluye una cierta cantidad de arena para evitar que las fracturas se cierren al detenerse el bombeo, y también se añade en torno a un 1% de aditivos, compuestos por hasta 500 productos químicos, cuya función es potenciar la efectividad de la fractura. Sin embargo no es hasta el año 2002 cuando se combina el uso de agua tratada con aditivos que reducen la fricción con la perforación horizontal y la fractura en múltiples etapas.
En Estados Unidos se estima que la generalización de este método ha aumentado las reservas probadas de gas cerca de un 40% en cuatro años.
Hasta 2010, se calcula que se han realizado 2,5 millones de fracturas hidráulicas en todo el mundo.
En Europa no existe una regulación específica sobre la técnica del fracking. Un informe del Parlamento Europeo recomienda su regulación y que se hagan públicos los componentes que se emplean en los pozos de perforación. El Parlamento búlgaro prohibió su uso en 2012. El gobierno de Cantabria aprobó la Ley en la que se regula la prohibición de la técnica fracking.
En España, el Ministerio de industria y comunidades autónomas como el País Vasco o Castilla y León están concediendo permisos de investigación, pese a la disconformidad de diversas organizaciones.
Las principales repercusiones posibles son la emisión a la atmósfera de contaminantes, la contaminación de aguas subterráneas debido a los flujos incontrolados de gas o fluidos causados por erupciones o derrames, la fuga de fluidos de fracturación y el vertido incontrolado de aguas residuales. Los fluidos de fracturación contienen sustancias peligrosas y su reflujo contiene además metales pesados y materiales radiactivos procedentes del depósito.
Las experiencias obtenidas en los Estados Unidos muestran que se producen numerosos accidentes que pueden dañar el medio ambiente y la salud humana. Entre un 1 y un 2 % de los permisos de perforación violan las obligaciones legales. Muchos de estos accidentes se deben a una manipulación incorrecta del equipo o a fugas de este. Por otra parte, cerca de los pozos de gas se ha registrado contaminación de aguas subterráneas con metano, que en casos extremos pueden provocar la explosión de edificios residenciales, así como con cloruro de potasio, que provoca la salinización del agua potable.
Otra repercusión inevitable de la extracción de gas de esquisto es un alto índice de ocupación de tierra debido a las plataformas de perforación, las zonas de aparcamiento y maniobra para camiones, equipos, instalaciones de procesamiento y transporte de gas, así como las carreteras de acceso.
Un informe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EEUU asocia el fracking con la contaminación de las aguas en el estado de Wyoming.
Un informe emitido en junio de 2011 por la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria del Parlamento Europeo, concluye que con la fracturación hidráulica se produce una «emisión de contaminantes a la atmósfera, contaminación de las aguas subterráneas debido a caudales de fluidos o gases provocados por escapes o vertidos, fugas de líquidos de fracturación y descargas no controladas de aguas residuales, así como la utilización de más de 600 productos químicos para liberar el gas natural».
A este respecto, en 2009 la NGSA (Asociación Norteamericana de Suministradores de Gas Natural) afirmaba que no se había confirmado ningún caso de contaminación de acuíferos. Existe un estudio académico del "UT Austin’s Energy Institute" del Dr. Charles Groat profesor en la Universidad de Texas, aunque posteriormente cuestionado (finales del año 2012) por "conflictos de interés" al revelarse que el profesor trabajaba para una empresa de perforación (Plains Exploration and Production Company) al momento de la realización y publicación del estudio , incluso renunció a su puesto en la universidad.
ESTUDIO SOBRE LA FRACTURACIÓN HIDRÁULICA O “FRACKING” by Javier Benito Pascual
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