Román Gubern explica los errores de la "aldea global" de McLuhan
El semiólogo español inauguró ayer con una conferencia un posgrado en Gestión en Cultura y Comunicación. En ese marco habló incluso del fenómeno de los reality shows, que comparó con las telenovelas.
El teórico canadiense Marshall McLuhan "se equivocó", sentenció el hombre de cabello blanco y mirada transparente que presidía el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional. El investigador en comunicación e historiador español Roman Gubern disfrutó de esa frase, que parecía impactar en el plexo de la concurrencia. "El concepto de Aldea Global que propuso McLuhan –avanzó Gubern–, suponía flujos de comunicación unidireccionales, en que, como en cualquier aldea, todos podían hablar con todos." Eso no ocurrió así. Actualmente, a cuarenta años de la famosa idea de McLuhan, uno de los profetas de la comunicación de masas, "asistimos a la monodireccionalidad que impone el Norte frente al Sur. Somos parte de un mundo en que se impone una monocultura que funciona en base a intereses mercantiles, antes que políticos o sociales, cuantitativos antes que cualitativos, y en la que parecen no tener cabida los elementos que pudieran desarrollarse por fuera de la lógica de mercado".
Gubern –que integró el staff docente del Massachusetts Institute of Technology, la Universidad de California, y el Institute of Technology de Pasadena, preside la Asociación Española de Investigadores de cine y es titular de una cátedra de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona– explicó el calibre del error de McLuhan ayer por la mañana, en el marco de la conferencia Las comunicaciones en la Aldea Global, que inauguró un curso de posgrado en Gestión en Cultura y Comunicación, organizado por el INDAC (Instituto Nacional de Administración Cultural) y Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales). Participaron de la presentación del curso, que se desarrollará a lo largo del año, el secretario de Cultura y Comunicación, Darío Lopérfido, que destacó la necesidad de jerarquizar el rol del Estado en tanto propulsor de políticas culturales, el antropólogo argentino radicado en México Néstor García Canclini, que se refirió brevemente a la reubicación de las problemáticas de cultura en tiempos de globalización, la directora de la Flacso, Guillermina Tiramonti, y el sociólogo Luis Alberto Quevedo, que introdujo al semiólogo español.
Gubern se refirió, en el marco de la ponencia, al "nuevo escenario tecno-cultural" que sobrevino a las mega fusiones empresariales que se concretaron en las últimas dos décadas, tanto entre las grandes compañías de comunicación estadounidenses, como entre algunas importantísimas empresas norteamericanas de comunicación y entretenimiento con firmas japonesas. Esta integración en el campo de la producción cultural dio origen a lo que el denomina "el nuevo eje Los Angeles-Tokio", y que supone "una expropiación del imaginario norteamericano" por parte de los japoneses, que así se propaga y se consume sin aparentes obstáculos, en el resto del mundo. "El 80 por ciento del material audiovisual que se consume en Europa, es estadounidense, mientras que sólo el 2% de lo que se consume en Estados Unidos es producido en Europa", ilustró Gubern, para quien el peligro reside en que "todo aquello que no se inserta en la lógica de la ganancia y que puede ser redituable para los empresarios que lideran el campo de las comunicaciones, queda por fuera, para ser desechado".
La posibilidad de escaparle a esa "monodireccionalidad y estandarización" de contenidos y de tecnología, "que se produce en el Norte y se consume en el Norte y en el Sur", reside en la capacidad de encontrar "brechas, intersticios" que permitan una suerte de marginalidad del sistema dominante. A eso alude el concepto de "cultura intersticial", al que el investigador dio especial importancia. "Tiene conexión con el orgullo que en los años 60 acarreaba el hecho de quedar fuera del sistema, aunque a su vez se diferencia mucho de aquella filosofía, porque los tiempos son otros", explicó. La producción independiente en el campo del cine y la televisión, por ejemplo, significa la posibilidad de escaparle a uno de los mayores peligros que a su entender supone esta monodireccionalidad, y es que "los países del sur del mundo, subdesarrollados o en vías de desarrollo, ven su realidad a través de los ojos del norte, lo que supone una colonización vía satélite de la mirada de estos países, y su sumisión a la visión de los países más poderosos". A la hora de ampliar su concepto de Cultura Intersticial, Gubern explicó: "es lo que queda por fuera de la 'Cultura Spielbergiana' (por Steven Spielberg), lo que no se somete al sistema de contenidos que proponen la televisión estadounidense y el imaginario de Hollywood, las posibilidades de consumo cultural que sobreviven por fuera de la lógica de mercado. En ese sentido –dijo– considero que Internet, un medio que algunos se empeñan en demonizar injustamente, es una buena herramienta para acceder, producir y difundir, contenidos distintos, de producción artesanal o alternativa".
En referencia a la posible utilidad de la red de redes, Gubern citó al semiólogo italiano Umberto Eco: "La red es como una gran librería desordenada, es útil, pero su utilidad es limitada", objetó.
Y la enmarcó en lo que llamó "la pantallización" de la sociedad. "Un empleado promedio puede llegar a pasar más de doce horas diarias frente a una pantalla, si sumamos las que pasa frente a la computadora en el trabajo más las que en su casa dedica a ver televisión. Eso supone un reemplazo de la experiencia física real por la experiencia filtrada, mediatizada, que esconde el riesgo de confundir el mundo real con la virtualidad e irrealidad de las imágenes. No olvidemos que la experiencia del cara cara es fundamental para el ser humano, y sobre todo para los niños y los jóvenes", alertó. "La sobreoferta de información, a su vez, supone un empobrecimiento de la comunicación y de la posibilidad real de estar en contacto con lo que ocurre a nuestro alrededor. En otras palabras: más oferta es igual a mayor desinformación e incomunicación", puntualizó frente a un auditorio que seguía atentamente sus palabras, y que tras su exposición se animó tímidamente a las preguntas.
"¿Qué opina de los reality shows, como 'Gran Hermano'?, inquirió una mujer de mediana edad, acaso con la esperanza de que la reflexión de Gubern pudiese iluminar algún aspecto de este presente en que, aparentemente, pocos se salvan de querer mirar o ser mirados. "Para mí, los reality shows son la continuación directa de las telenovelas que hicieron furor en los 70 y los 80", analizó el semiólogo, que confesó haber "pasado dos minutos" en la mañana por los canales de Direct TV que transmiten en directo desde la casa. "La efectividad de las telenovelas, se basaba en la seducción que implica el poder espiar las pasiones ajenas. Lo que ocurre ahora es que esas pasiones ficcionales fueron reemplazadas en la actualidad por las pasiones de la vida real, en que las lágrimas y el semen son de verdad". El alcance de este juego en que "muchos pagan el derecho de espiar por el ojo de la cerradura a unos pocos, porque suponen que ese mundo es más auténtico que el que veían antes" son imprecisos. "¿Llegará el momento en que el público argentino espere que hasta la muerte de la televisión sea una muerte de verdad?", preguntó, y nadie se atrevió a contestar.
Aldea global es un término posiblemente acuñado por el filósofo canadiense Marshall McLuhan, como expresión de la exponencialmente creciente de interconectividad humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación. En 1968, McLuhan publicó el libro Guerra y paz en la Aldea Global.
El término se refiere a la idea de que, debido a la velocidad de las comunicaciones, toda la sociedad humana comenzaría a transformarse y, su estilo de vida se volvería similar al de una aldea. Debido al progreso tecnológico, todos los habitantes del planeta empezarían a conocerse unos a otros y a comunicarse de manera instantánea y directa.
Como paradigma de aldea global, McLuhan elige la televisión, un medio de comunicación de masas a nivel internacional, que en esa época empezaba a ser vía satélite.
El principio que destaca en este concepto es el de un mundo interrelacionado, con estrechez de vínculos económicos, políticos y sociales, producto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), particularmente Internet, como disminuidoras de las distancias y de las incomprensiones entre las personas y como promotoras de la emergencia de una conciencia global a escala planetaria, al menos en la teoría. Esta profunda interrelación entre todas las regiones del mundo originaría una poderosa red de dependencias mutuas y, de ese modo, se promovería tanto la solidaridad como la lucha por los mismos ideales, al nivel, por ejemplo, de la ecología y la economía, en pos del desarrollo sustentable de la Tierra, superficie y hábitat de esta aldea global.
Por otro lado, no deja de ser verdad que, como ya evidenciaba la teoría del efecto mariposa (teoría del caos), un acontecimiento en determinada parte del mundo puede tener efectos a una escala global, como por ejemplo las fluctuaciones de los mercados financieros mundiales.
Algunas consideraciones que se pueden realizar sobre su teoría de la Aldea Global, son las siguientes:
1.- La teoría de Mcluhan sobre la cultura y la comunicación en relación con la aldea global rebasa el ámbito del mero conocimiento de las ciencias de la información, y nos ofrece pistas muy importantes para ubicarnos en el nivel paleontológico de la evolución de la historia de la evolución humana. En este sentido su pensamiento nos permite acercarnos a entender que con la evolución material de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías de información, después de 40,000 años de existencia, la humanidad ha entrado en otra etapa evolutiva, donde los sistemas informativos se han convertido en una nueva neocorteza cerebral colectiva que mueve al planeta.
De esta forma, podemos decir que ya no sólo es sólo la corteza de la vida orgánica de la Tierra, como lo plantea la teoría de "Gaia", la Tierra Inteligente, la que le da dinámica y fuerza al planeta; sino que ahora el nuevo sistema nervioso que constituye la estructura de medios electrónicos es la moderna neocorteza cerebral, que para bien o para mal, está articulando la nueva energía psicofísica que se deriva de la interacción y cohesión planetaria de la conciencia humana.
Bajo esta perspectiva, podemos decir que existe un vértice de cruce espontáneo muy importante entre el pensamiento del filósofo francés Tehilard de Chardin, ya olvidado por la modernidad, y el pensamiento de Mcluhan sobre el punto de evolución en que se encuentra nuestra conciencia en la etapa de la aldea global. Ambos exponen por diversas vías conceptuales que la evolución física de la conciencia humana llegaría a un momento de expansión en que se convertiría en un nivel colectivo planetario más de organización de la vida humana.
2.- Mcluhan fue un profeta de las transformaciones culturales y comunicativas de los años 60's. que predijo los avances y las modificaciones de la infraestructura comunicativa en Occidente, que nos aportó una teoría empírica e intuitiva sobre la base material de la cultura y la comunicación contemporánea, pero no sobre los contenidos culturales de la aldea planetaria. En este sentido, existe un vacío teórico sobre los contenidos mentales que construyen a la aldea global que debemos comprender, estudiar y complementar, para comprender lo que nos sucede en el ámbito de la conciencia planetaria contemporánea.
3.- Hasta antes de la explosión acelerada de las nuevas tecnologías de información, especialmente de INTERNET, la realidad de la aldea global no ha sido un espacio democrático, igualitario, abierto o fraternal, sino que se ha convertido en la aldea de promoción y realización del gran capital. En este sentido, las agencias de publicidad y mercadotecnia han sido los puntales centrales de esta aldea que han contribuido sustancialmente a lo largo de muchos años a crear una tendencia a la homogeneización de aspiraciones, valores, lenguajes y cosmovisiones del planeta.
Por ejemplo, las tesis jurídicas del libre flujo mundial de la información y de la desrregulación irrestricta de fronteras culturales, son ejemplos claros de ideologías de la acumulación que se han basado en el uso pragmático-monetario de la concepción de la aldea global.
4.- Las teorías de Mcluhan nos permiten comprender la ampliación de los sentidos del hombre, vía los medios de comunicación, para crear la aldea global, no sólo han dado origen a una prolongación de la sensibilidad humana, sino sobretodo a una prolongación de las instituciones sociales y del poder produciendo al estratégico Estado Ampliado. Esto nos permite entender, por ejemplo, que actualmente las guerras ya no se ganan en el campo de batalla tradicional, como fueron las trincheras; sino que ahora se obtienen en los medios de comunicación. En este sentido, es cada vez más el espacio simbólico que construyen los canales de comunicación y sus ampliaciones, donde se reconstruye y destruye los procesos de la vida cotidiana, particularmente en las ciudades.
5.- Finalmente, el pensamiento de Marshall Mcluhan sobre la aldea planetaria, nos ubica en un plano muy valioso de la comprensión física de los sistemas de comunicación, pero nos deja en un estado neutro, aséptico o puro para entender su concretización dentro de los intereses históricos del la dinámica del poder. Por ello, para complementar su teoría físico-material de la cultura tiene que ser acompañada de una teoría de la política, una teoría del Estado, una teoría de la reproducción del capital y una teoría de la expansión transnacional en la modernidad para darle un marco histórico real a esas mutaciones tecnológico-sociales que han experimentado los sistemas de información.
La incorporación de dichas teorías económico-políticas nos permitir entender, por ejemplo, que la aldea planetaria ha sido la aldea del gran capital; que la extensión de los sistemas de comunicación, prioritariamente ha sido la ampliación de la hegemonía cultural norteamericana sobre el resto del mundo; que el contacto entre Oriente y Occidente no ha sido homogéneo, sino que Oriente se ha americanizado; que las extensiones del hombre a través de los medios, no sólo han prolongado las actividades de los seres humanos, sino también del poder dando origen al importantísimo Estado Ampliado, etc.
En síntesis, podemos decir que para finales del siglo XX es necesario que los planteamientos teóricos sobre la aldea global sean complementados con una teoría de la política y de la reproducción del capital, pues si no nos quedaremos con una simple ilusión más de las que ha creado la cultura de la modernidad.
Autor: Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, D.F.
Si temo mis imaginaciones, no es porque vengan de mi fantasía, sino de la memoria. Si me asusta la muerte, no es porque la presienta: es porque la recuerdo. (Ángel González, Palabra sobre palabra)
Desesperanza aprendida Por: Lic. Ariel Minici, Lic. Carmela Rivadeneira y Lic. José Dahab
Un modelo experimental de la depresión Lineamientos para su abordaje
La desesperanza aprendida es quizá uno de los descubrimientos de la psicología experimental que más difusión ha alcanzado, expandiéndose hacia campos conexos como el de la psicología social o la sociología, con impacto incluso en la construcción de algunas ideologías políticas.
Por su puesto, su aplicabilidad inicial y más específica se circunscribe a la psicología clínica, particularmente, se ha perfilado como un modelo experimental de depresión. A ello nos referimos brevemente en el presente artículo.
El fenómeno de desesperanza aprendida -también llamado impotencia o indefensión- fue inicialmente descripto por Bruce Overmier y Martin Seligman a mediados de la década del ´60. En pocas palabras, ellos descubrieron que si un animal era expuesto a una serie de estímulos aversivos inescapables e incontrolables, luego desarrollaría un síndrome caracterizado por una marcado déficit para iniciar otras conductas y / o para aprender conductas nuevas. Un amplio programa de investigación dejó en claro que el factor determinante de un tal síndrome era la incontrolabilidad percibida por los animales y no el estrés de los eventos aversivos. Esto significa que si el animal recibe los estímulos aversivos, por ejemplo, choques eléctricos, pero puede poner fin a los mismos bajando una palanca, girando una rueda o saltando de la jaula hacia otro sitio; vale decir, el animal puede realizar cualquier conducta de escape que le otorgue sentido de control sobre la situación desagradable; entonces no desarrollará desesperanza. Ahora bien, si el animal no puede escapar, es decir, queda simplemente expuesto al estresor, sin que nada de lo que haga pueda poner fin a los estímulos desagradables, entonces luego de ello presentará indefensión. Por ejemplo, ya no intentará escapar de otros eventos aversivos, sino que se quedará pasivamente “aguantando” el malestar aunque con un simple movimiento podría irse. También mostrará poco interés en una compañera sexual en celo e incluso en alimentarse. Su tasa de comportamiento habrá disminuido, se lo verá quieto, aletargado, sin motivación para iniciar casi ninguna conducta. Y muy pertinente para nuestros fines, presentará signos de ansiedad y tristeza. ¡Eureka!, ¡tenemos un modelo animal experimental de la depresión humana!
El fenómeno de indefensión se encuadra dentro del condicionamiento instrumental u operante descripto por Skinner. El mismo constituye un proceso básico de aprendizaje por el cual los organismos adquieren o eliminan conductas según las consecuencias que siguen a las mismas. Al decir que es un proceso básico, se remarca que se trata de una forma de aprendizaje que comparten todos los seres vivos con sistema nervioso. Por supuesto que en las diversas especies, este proceso básico adquiere formas muy disímiles.
Particularmente, en los seres humanos, el condicionamiento instrumental no sólo se aplica a conductas motoras, sino también a las conductas cognitivas y emocionales, con un agregado de suma importancia: podemos pensar en tales relaciones. Vale decir, un perro o una serpiente se encuentran sometidas a leyes de contingencias entre sus conductas y las consecuencias que les siguen, los humanos también; pero aparte los humanos podemos darnos cuenta de ellas, somos capaces de generar consciencia. Lo cual, sabemos, no es poca cosa.
El condicionamiento operante posee un sentido evolutivo adaptativo muy obvio. Dicho en términos muy simples, ayuda a eliminar del repertorio del individuo aquellas conductas que han conducido a una consecuencia insatisfactoria mientras que aumenta aquéllas que conducen a la satisfacción, un proceso elemental pero de importancia clave para la supervivencia. Justamente, este proceso básico tan vital es que el que “se enferma”, por así decirlo, en la indefensión. Dilucidemos mejor este punto.
Los animales reciben una seguidilla de eventos aversivos incontrolables, en otras palabras, hagan lo que hagan, no pueden evitarlos. Dado que sus conductas y los eventos desagradables simplemente no tienen nada que ver, ¿qué aprenden desde un punto de vista del condicionamiento instrumental? Pues justamente eso, que su conducta y tales eventos motivacionalmente significativos son independientes, en otras palabras, que la conducta no se relaciona de ninguna manera con hechos dolorosos importantes. Si los animales hablaran, nos dirían “ya que de esto no podemos escapar, entonces ¿para qué esforzarse?”. Y de hecho, aunque sus perros no hablaran, desde el mismo inicio Seligman y Overmier conceptualizaron a la desesperanza aprendida como un proceso cognoscitivo en el cual la formación de expectativas se veía afectada. Vamos a ello.
Tal como se mencionó arriba, una de las cualidades distintivas del condicionamiento instrumental en humanos radica en que nosotros podemos concientizar las relaciones que establecemos entre nuestras conductas y sus consecuencias. Más aún, podemos verbalizarlas, planificarlas y hasta jugar imaginariamente con relaciones de conducta-consecuencia imposibles en la realidad (así es que muchas personas “vuelan” extendiendo sus brazos). Esta capacidad de pensar conscientemente las relaciones conducta-consecuencia se inscribe en el terreno de la formación de expectativas. Esperamos que ciertos actos lleven a determinados resultados, por ello, por ejemplo, nos esforzamos leyendo ante un examen o madrugamos cuando buscamos un trabajo. Aguardamos que tales comportamientos nos conduzcan a un resultado deseado. Ahora bien, ¿qué pasa con este proceso de formación de expectativas cuando una persona sufre de desesperanza aprendida? Ilustremos esto con casos reales.
¿Qué sucederá con los niños que reciben castigos arbitrarios de forma sistemática por parte de sus padres? Imaginemos por ejemplo un niño cuyo padre o madre padece un desorden bipolar no tratado adecuadamente y que, por consecuencia, se comporta de manera errática respecto de los límites que le impone. Así, independientemente de la conducta del chico, el padre se mostrará amable y comprensivo cuando se encuentre en un período de estabilidad, avalando incluso comportamientos inadecuados como juguetear con algún aparato eléctrico. No obstante, en un momento distinto puede actuar excesivamente rígido y castigador, llegando hasta la aplicación de punitivos físicos sin que el niño haya realizado ninguna conducta inadecuada. En este caso, claro está, los “premios y castigos” que el pequeño reciba serán independientes de sus actos. A lo largo de varios años de un tal “modus operandis”, ¿qué podrá aprender esta persona de la relación entre sus conductas y sus consecuencias? Pues, obviamente, que no se relacionan. He aquí la semilla de una depresión. Con los años, ello conducirá a un estilo explicativo pesimista, lo cual significa que se tenderá a interpretar y explicar los eventos importantes como fenómenos independientes de la propia conducta.
El programa de tratamiento Cognitivo Conductual para la depresión incluye el abordaje del fenómeno de desesperanza desde distintos ángulos. Por una parte, se vale del cuantioso conjunto de técnicas conductuales específicamente diseñadas para el tratamiento de la depresión. Entre ellas, destacan la programación gradual de tareas y el entrenamiento a la familia en reforzamiento diferencial de conductas incompatibles. El primer procedimiento consiste en planificación y ejecución de conductas progresivamente más complejas. La clave de la técnica radica en la gradualidad. Dado que inicialmente el paciente se propondrá los comportamientos más sencillos, se maximiza tanto la probabilidad de que efectivamente los haga como de que ellos reciban sus reforzadores naturales. Obtener reforzamiento por conductas simples empieza a operar una reversión del fenómeno de indefensión en el plano conductual porque se generan los incentivos naturales que motivan la iniciación de nuevas acciones. Sobre esta primera base, se programan entonces tareas más complejas que actuarán en el mismo sentido, vale decir, volviendo a vincular el comportamiento con sus consecuencias importantes. El entrenamiento a la familia en reforzamiento diferencial de conductas incompatibles propicia que las personas significativas del entorno del paciente aprendan a otorgar reforzamiento social a las conductas opuestas a la depresión y viceversa, que no refuercen el comportamiento propiamente depresivo. Pero también se opera cognoscitivamente, apelando a la cualidad distintivamente humana de concientizar las relaciones de contingencia entre el comportamiento y sus consecuencias. Siguiendo el mismo ejemplo, el programa de activación conductual mencionado recurre a los ejercicios de dominio y agrado, lo cual ayuda al paciente depresivo a valorar cuánto pudo efectivamente realizar y cuánto le gusto. En síntesis, nuestro objetivo es “curar” la desesperanza en el plano conductual y cognitivo. Conductual porque favorecemos acciones concretas que por su naturaleza se conectan con sus resultados. Cognitivo, porque procuramos que los pacientes se den cuenta de estas relaciones entre sus acciones y los resultados que obtienen.
Por supuesto, el tratamiento Cognitivo Conductual de la depresión engloba otro conjunto de procedimientos, variadamente relacionados con el fenómeno de indefensión aprendida. Pero esto, sería el tema de otro artículo.
Como comenta el Dr. Renny Yagosesky, para superar la indefensión aprendida es necesario seguir una serie de pasos:
Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad inamovible.
Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo y está lleno de posibilidades.
Buscar formas creativas de abordar la situación valorada como amenaza.
Apoyarse en personas que tengan otros recursos que uno no posea.
Reevaluar o reconceptualizar la situación en busca de ángulos positivos.
Aceptar, adaptarse y esperar un mejor momento para actuar, si se considera que realmente nada puede cambiarse aquí y ahora.
Centrarse en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas.
La ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda.
La idiotez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás.
La esperanza es una virtud cristiana que consiste en despreciar todas las miserables cosas de este mundo en espera de disfrutar, en un país desconocido, deleites ignorados que los curas nos prometen a cambio de nuestro dinero.
Es peligroso tener razón cuando el gobierno está equivocado.
Aquel que es demasiado pequeño tiene un orgullo grande.
Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo.
Decimos una necedad y a fuerza de repetirla acabamos creyéndola.
Cuando se trata de dinero todos somos de la misma religión.
El arte de la medicina consiste en entretener al paciente mientras la naturaleza cura la enfermedad.
Ser bueno solamente consigo mismo es ser bueno para nada.
Todos estamos llenos de debilidades y errores; perdonémonos recíprocamente nuestras tonterías: es ésta la primera ley de la Naturaleza.
La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano.
Lo maravilloso de la guerra es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de lanzarse a exterminar a su prójimo.
La religión mal entendida es una fiebre que puede terminar en delirio.
Aquellos que te hacen creer en absurdos pueden hacer que cometas atrocidades.
El Bisfenol A, que también se conoce comúnmente como BPA, es un producto químico orgánico que sirve de bloque básico para la producción de plásticos y revestimientos de alto rendimiento, principalmente el policarbonato y las resinas epoxi.
El policarbonato y las resinas epoxi basadas en BPA ofrecen un gran número de aplicaciones. Entre ellas están los DVDs, ordenadores y electrodomésticos, lentes y gafas, botellas de agua reutilizables y recipientes de almacenamiento de alimentos, equipos médicos y materiales de construcción, pinturas, así como revestimientos para envases de alimentos y bebidas y muchas más. Una pequeña cantidad de Bisfenol A es utilizada como componente de fórmulas aditivas antioxidantes en PVC blando y como agente de revelado en la capa de cobertura del papel térmico.
"El bisfenol A es un disruptor hormonal o endocrino"
Es el Bisfenol A, presente en envases plásticos y avalado para utilizarse en contacto con alimentos. Científicos de la UNL encontraron que produce alteraciones en ratones.
Actúa como un perturbador endócrino y podría generar tumores en mamas y otras glándulas como la hipófisis
"El bisfenol A causa cáncer"
Alteraciones mamarias semejantes a las producidas por un efecto tumoral. Ese fue el resultado de un estudio de científicos argentinos y estadounidenses sobre ratones para comprobar los posibles consecuencias negativas del Bisfenol A, un químico muy difundido que se presenta en numerosos recipientes de uso cotidiano.
Según descubrieron un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y de la Tufts School of Medicine de Boston, la sustancia es tan común que hasta se la libera al calentar un recipiente de plástico en el microondas.
Publicado recientemente en "Endocrinology" y comentado por la prestigiosa revista "Nature", el estudio determinó que, tras exponer a ratonas en gestación a dosis mínimas del químico y estudiar las alteraciones producidas en sus crías, "el bisfenol A produce efectos a largo plazo en la glándula mamaria que se evidencian bastante después de finalizada la exposición".
Tal como explicaron al equipo de prensa institucional de la UNL los doctores Enrique H. Luque y Mónica Muñoz-de-Toro, investigadores de la UNL y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), el problema es que "si este mismo efecto fuera observado en humanos sugeriría un aumento en el riesgo de padecer cáncer de mama", una posibilidad que se incrementa en el caso que las exposiciones ocurran durante el período prenatal. El estudio fue realizado en forma conjunta por Luque, Muñoz-de-Toro, y los doctores Carlos Sonnenschein y Ana Soto, argentinos egresados de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que actualmente residen en los Estados Unidos.
"El bisfenol A se utiliza como un aditivo en plásticos"
El bisfenol A (BPA) no se añade al policarbonato o las resinas epoxi, sino que es el intermedio que, por medio de una polimerización, se convierte en estos materiales. El BPA prácticamente no tiene aplicaciones individualmente - más del 99% de BPA se convierte en polímeros, tales como el policarbonato y las resinas epoxi. Sólo una cantidad muy pequeña de todo el BPA producido se utiliza como un antioxidante esencial en plásticos flexibles de PVC. Sin el BPA, no seria possible producir el policarbonato o las resinas epoxi.
Un alcohol avalado
El alerta que dejó la investigación se fundamenta en el hecho de estar ante un compuesto químico con actividad hormonal presente en elementos tan corrientes como los recipientes plásticos (que al calentarse liberan el químico), la pintura que recubre el interior de las latas de conserva, los sellantes dentales y algunos productos farmacéuticos.
De hecho, la propia Cancillería argentina avala la utilización de este alcohol en la lista positiva de polímeros y resinas para envases y equipamientos plásticos en contacto con alimentos que dispone los autorizados para funcionar dentro del Mercosur.
Al parecer, el Bisfenol A actúa como un perturbador endócrino que al ingresar a los organismos vivos altera el funcionamiento de su sistema glandular y puede ocasionar efectos como los comprobados en los ratones de laboratorio.
"Los efectos que describimos en nuestras experiencias ocurren con niveles de BPA similares a los que estamos expuestos cotidianamente", indicaron los investigadores. En el caso de las ratonas estudiadas, fueron sometidas a dosis mínimas de BPA durante el desarrollo embrionario, cuando se forman los órganos.
"Los humanos estamos expuestos permanentemente a los efectos del químico, incluso en situaciones tan cotidianas como calentar comida en un recipiente de plástico (o leche en biberón) en el microondas o cuando recibimos tratamiento odontológico. Y si tenemos en cuenta los resultados en las ratonas, la exposición al BPA sería mucho más perjudicial en mujeres embarazadas por sus efectos sobre el feto en gestación", agregaron.
La presencia del bisfenol A en nuestros organismos ha sido confirmada en un reciente estudio realizado por el Center for Disease Control, de Atlanta, Estados Unidos, que corroboró que el 95% de las muestras analizadas entre habitantes tenían niveles detectables del químico en orina. En estos casos, "los niveles de BPA en orina representan un mínimo de la exposición real, ya que no se puede asumir que todo el BPA se absorbió y se excretó sin bioacumularse ni metabolizarse en el organismo", explicaron Luque y Muñoz-de-Toro.
El peligro de la exposición
"La exposición prenatal a BPA aumenta la sensibilidad de la glándula mamaria al estrógeno" y, por lo tanto, incrementa los riesgos de tumores mamarios, aún mucho después de que la exposición haya finalizado. "Además los animales expuestos tuvieron un mayor número de estructuras inmaduras en la pubertad y en los adultos; ambas estructuras son los sitios donde se inicia el proceso tumoral mamario, tanto en roedores como en humanos", dijeron Luque y Muñoz de Toro, quienes desde hace años investigan este tema desde el Laboratorio de Endocrinología y Tumores Hormonodependientes (LETH), que funciona en la FBCB.
En experimentos realizados con ratas machos, los científicos demostraron alteraciones importantes también a nivel de la glándula hipófisis (cuyas hormonas regulan la actividad de otras glándulas, como tiroides, suprarrenales, ovarios y testículos) y a nivel del hipotálamo (parte del cerebro que controla el funcionamiento de la glándula hipófisis), incluso mucho después a que la exposición al bisfenol A haya finalizado.
"En ratas macho pudimos demostrar alteraciones en el eje hipotálamo-hipofiso-gonadal y en la próstata que se evidenciaron en diferentes momentos de la vida postnatal mucho después que la exposición a BPA había finalizado; las alteraciones que describimos en la próstata imitan imágenes de lesiones preneoplásicas. En resumen: la exposición prenatal a BPA produce alteraciones estructurales y cambios funcionales que perduran en el tiempo", indicaron los investigadores.
Los perturbadores endócrinos
Muchos de los químicos (como el bisfenol A o BPA) que actualmente se encuentran en el medio ambiente ?y con los cuales estamos en permanente contacto- tienen acción hormonal e interfieren con el normal funcionamiento del sistema endócrino alterando aspectos decisivos del desarrollo embrionario: desde la diferenciación sexual hasta la organización del cerebro.
Los perturbadores endócrinos, o gran parte de ellos, tienen acción semejante a la de los estrógenos endógenos y son capaces de interferir en el funcionamiento del sistema hormonal mediante diferentes mecanismos: antagonizando la acción de las hormonas naturales, potenciando su acción, o aumentando o disminuyendo los niveles circulantes de las hormonas endógenas.
Fueron bautizados como "perturbadores endócrinos" en 1991 por un grupo de expertos reunidos en la Conferencia de Winspread (Wisconsin, Estados Unidos), quienes presentaron una serie de resultados particulares en animales de la fauna, como alteraciones en el aparato reproductor, presencia de machos feminizados y alteraciones en el funcionamiento de la tiroides.
Actualmente se han demostrado alteraciones semejantes en animales de laboratorio y en especies de interés zootécnico cuando estos químicos actúan durante la gestación o en las primeras etapas de la vida postnatal, muchas veces sin afectar la salud del progenitor expuesto. Todos estos antecendentes permiten suponer que muchas de estas mismas alteraciones presentes en humanos podrían ser el resultado de estos perturbadores endócrinos.
“Que Dios nos libre de la visión única y del sueño de Newton”. William Blake
(de un poema incluido en una carta a Thomas Butts (1802))
Soy una cuentacuentos y me gustaría contarles algunas historias personales sobre lo que me gusta llamar “el peligro de una historia única”. Crecí en un campus universitario al este de Nigeria. Mi madre dice que comencé a leer a los dos años, pero decir que a los cuatro sería más apegado a la verdad. Así que fui una lectora precoz y lo que leía eran libros infantiles ingleses y americanos.
También fui una escritora precoz. Y cuando comencé a escribir, alrededor de los siete años, cuentos a lápiz con ilustraciones pintadas con crayones que mi pobre madre estaba obligada a leer, escribía exactamente el mismo tipo de historias que aquellas que leía. Todos mis personajes eran blancos y de ojos azules. Jugaban en la nieve, comían manzanas y hablaban mucho sobre el clima, y se congratulaban que hubiera salido el sol. Eso a pesar del hecho que yo vivía en Nigeria. Nunca había salido de Nigeria. No teníamos nieve, comíamos mangos y nunca hablábamos sobre el clima porque no era necesario.
Mis personajes también bebían mucha cerveza de jengibre porque los personajes de los libros ingleses que leía bebían cerveza de jengibre. No importaba que yo no supiera qué era la cerveza de jengibre. Y a lo largo de muchos años sentí un deseo desesperado por probarla. Pero esta es otra historia.
Creo que esto demuestra qué tan influenciables y vulnerables somos ante una historia, particularmente de niños. Porque yo sólo había leído libros en los cuales los personajes eran extranjeros, y me había convencido de que los libros, por su propia naturaleza, debían de tener extranjeros y tenían que narrar cosas con las que yo no podía identificarme personalmente. Pero las cosas cambiaron cuando descubrí los libros africanos. No había muchos disponibles y no era tan fácil conseguirlos como los libros extranjeros.
Sin embargo, gracias a autores como Chinua Achebe y Camara Laye, sufrí un cambio de mentalidad en mi perspectiva sobre la literatura. Me di cuenta de que personas como yo, niñas con la piel de chocolate, cuyo cabello rizado no se podía amarrar en colas de caballo, podían también existir en la literatura. Comencé a escribir sobre cosas que reconocía.
Es cierto que yo amaba esos libros americanos e ingleses que leía. Avivaron mi imaginación; me abrieron nuevos mundos. Pero la consecuencia involuntaria fue desconocer que personas como yo podían existir en la literatura. Entonces, el efecto que tuvo en mi el descubrimiento de los escritores africanos fue este: me salvó de tener una historia única sobre lo que son los libros.
Provengo de una familia nigeriana convencional de clase media: mi padre era profesor, mi madre administradora. Y así teníamos, como era lo normal, personal doméstico que venía de pueblos rurales cercanos. Cuando cumplí ocho años llegó un nuevo chico como criado. Su nombre era Fide. Lo único que mi madre nos contó sobre él es que su familia era muy pobre. Mi madre le mandaba a su familia ñames y arroz y nuestra ropa vieja. Cuando no me acababa mi cena, mi madre solía decir: “¡Acábate tu comida! ¿No sabes? ¡Personas como la familia de Fide no tienen nada!” Así que yo sentía una gran lástima por la familia de Fide.
Entonces un sábado, fuimos a su pueblo de visita y su madre nos mostró una bella cesta decorada de rafia teñida, hecha por su hermano. Estaba sorprendida. No se me había ocurrido que alguien de su familia siquiera pudiera hacer algo. Todo lo que había escuchado sobre ellos era lo pobres que eran, así que se había vuelto imposible para mí verlos como algo más que pobres. Su pobreza era mi historia única sobre ellos.
Años después pensé sobre esto cuando dejé Nigeria para ir a la universidad en Estados Unidos. Tenía diecinueve años. Mi compañera de cuarto estadounidense quedó impresionada al conocerme. Me preguntó dónde había aprendido a hablar el inglés tan bien y quedó confundida cuando le dije que el idioma oficial de Nigeria era el inglés. Preguntó si podría escuchar lo que ella llamó mi “música tribal” y, en consecuencia, fue una gran decepción para ella cuando le mostré mi cinta de Mariah Carey. También supuso que yo no sabría utilizar una estufa.
Lo que me desconcertó fue eso: había sentido lástima por mí incluso antes de verme. Su posición por omisión ante mí, como africana, se reducía a una suerte de lástima condescendiente. Mi compañera de habitación tenía una historia única sobre África. Una historia única de catástrofe. En esta historia única no cabía la posibilidad de que los africanos fueran parecidos a ella en alguna forma. Ninguna posibilidad de sentimientos más complejos que la lástima. Ninguna posibilidad de conexión como seres humanos iguales.
Debo admitir que antes de ir a Estados Unidos, no me identificaba conscientemente como africana. Sin embargo en los Estados Unidos, cada vez que se mencionaba África, la gente se dirigía a mí. No importaba que yo no supiera nada sobre lugares como Namibia. Sin embargo llegué a adoptar esta nueva identidad. Y de muchas maneras ahora pienso en mí como africana. Aunque aún me molesta bastante cuando se refieren a África como a un país. El ejemplo más reciente fue en mi vuelo hace dos días, maravilloso por lo demás, desde Lagos, donde hicieron un anuncio durante el vuelo de Virgin sobre el trabajo de caridad realizado en “India, África y otros países”.
“Aún me molesta bastante cuando se refieren a África como a un país.”
Así que, después de vivir unos años en Estados Unidos como africana, empecé a entender la reacción de mi compañera de cuarto frente a mí. Si yo no hubiera crecido en Nigeria y si todo lo que supiera sobre África procediera de las imágenes populares, yo también pensaría que África es un lugar de hermosos paisajes, hermosos animales y personas incomprensibles, que libran guerras sin sentido, que mueren de pobreza y de SIDA, incapaces de hablar por sí mismos, y esperando ser salvados por un extranjero blanco y gentil. Vería a los africanos de la misma manera que yo, como niña, veía a la familia de Fide.
Creo que esta historia única sobre África procede ultimadamente de la literatura occidental. Esta es una cita tomada de los escritos de un comerciante londinense llamado John Locke quien zarpó para África occidental en 1561 y escribió un fascinante relato sobre su viaje. Después de referirse a los negros africanos como “bestias que no tienen casas”, escribe: “son también personas sin cabezas y tienen la boca y los ojos en sus pechos”.
Ahora bien, me río cada vez que leo esto. Una no puede dejar de admirar la imaginación de John Locke. Sin embargo, lo importante de sus escritos es que representa el comienzo de una tradición en la narración de historias africanas en occidente. Una tradición donde África subsahariana es un lugar de negativos, de diferencia, de oscuridad, de gente que, en las palabras del maravillosos poeta Rudyard Kipling, es “mitad demonio, mitad niño”.
De esta manera empecé a entender que mi compañera de cuarto estadounidense debió de haber visto y escuchado, a lo largo de toda su vida, diferentes versiones de esta historia única, al igual que un profesor, quien una vez me dijo que mi novela no era “auténticamente africana”. Yo estaba dispuesta a reconocer que había varios defectos en la novela, que había fallado en algunas partes. Pero para nada me había imaginado que la novela había fallado en lograr algo llamado “autenticidad africana”. ¡De hecho, yo no sabía qué era la autenticidad africana! El profesor me dijo que mis personajes eran demasiado parecidos a él, un hombre educado y de clase media; que mis personajes conducían vehículos; no se morían de hambre. Por lo tanto, no eran auténticamente africanos.
Pero debo enseguida añadir que yo también soy igualmente culpable en este asunto de la historia única. Hace unos años visité México desde Estados Unidos. El clima político de los Estados Unidos era entonces tenso. Había debates sobre la inmigración y, como suele suceder en América, inmigración se volvió un sinónimo de mexicanos. Había incontables historias sobre mexicanos como personas que saqueaban el sistema de salud, que se escabullían a través de la frontera, que eran arrestados en la frontera, y cosas así.
Recuerdo paseándome en mi primer día en Guadalajara, mirando a la gente ir al trabajo, amasando tortillas en el mercado, fumando, riendo. Recuerdo que primero me sentí un poco sorprendida y después me embargó la vergüenza. Me di cuenta de que había estado tan sumergida en la cobertura mediática sobre los mexicanos que se habían convertido en una sola cosa en mí mente, el inmigrante abyecto. Había creído en la historia única sobre los mexicanos y no podía estar más avergonzada de mí misma. Así es cómo se crea la historia única, mostrar un pueblo como una misma cosa, como una sola cosa, una y otra vez, hasta que efectivamente se convierte en eso.
Es imposible hablar sobre la historia única sin hablar del poder. Hay una palabra, una palabra en igbo, que recuerdo cada vez que pienso en las estructuras mundiales del poder y es nkali. Es un sustantivo que se traduce como “ser más grande que otro”. Al igual que nuestros mundos económicos y políticos, las historias también se definen bajo el principio de nkali. Cómo se cuentan, quién las cuenta, cuándo se cuentan, cuántas historias se cuentan, depende realmente del poder.
El poder es una capacidad no sólo de contar la historia de otra persona, sino de hacer que esa sea la historia definitiva de esa persona. El poeta palestino Mourid Barghouti escribe que, si se quiere despojar a un pueblo, la forma más simple de hacerlo es contar su historia comenzando con “en segundo lugar”. Inicien la historia de los pueblos nativos americanos con las flechas y no con la llegada de los ingleses, y obtendrán una historia completamente diferente. Comiencen la historia con el fracaso de los estados africanos y no con la creación colonial de los estados africanos, y obtendrán una historia completamente diferente.
Hace poco di una conferencia en una universidad donde un estudiante me dijo que era realmente una pena que los hombres nigerianos fueran unos abusadores como el personaje del padre en mi novela. Le dije que acababa de leer una novela llamada American Psycho y que era verdaderamente una pena que los jóvenes estadounidenses fueran asesinos seriales. Bueno…, evidentemente estaba algo molesta cuando dije eso.
Jamás se me habría ocurrido pensar que sólo por haber leído una novela donde un personaje fuera un asesino serial, que éste de alguna forma se volviera representativo de todos los estadounidenses. Ahora bien, eso no es porque yo sea una mejor persona que ese estudiante, sino que, debido al poder cultural y económico de los Estados Unidos, yo tenía muchas historias sobre América. He leído a Tyler y Updike, a Steinbeck y Gaitskill. No tenía una historia única sobre América.
Hace algunos años, cuando supe que se esperaba que los escritores hubieran tenido infancias realmente infelices para ser exitosos, comencé a pensar sobre cómo podría inventar un sin fin de cosas horribles que mis padres me hubieran hecho. Aunque la verdad es que tuve una infancia muy feliz, llena de risas y amor, en una familia muy unida.
Pero también tuve abuelos que murieron en campos de refugiados. Mi primo Polle murió por falta de atención médica. Una de mis amigas más cercanas, Okoloma, murió en un accidente aéreo porque nuestros camiones de bomberos no tenían agua. Crecí bajo regímenes militares represivos, que daban muy poco valor a la educación, por lo que mis padres a veces no recibían sus sueldos. Así que de niña, vi la jalea desaparecer de la mesa del desayuno; luego desapareció la margarina, después el pan se volvió demasiado caro, luego se racionó la leche. Y, sobre todo, una suerte de miedo político generalizado invadió nuestras vidas.
Todas estas historias me hacen ser quien soy pero insistir sólo en estas historias negativas, sería simplificar mi experiencia y omitir muchas otras historias que me formaron. La historia única crea estereotipos, y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Hacen que una historia se convierta en una historia única.
Por supuesto, África es un continente lleno de catástrofes; algunas de ellas inmensas, como las terribles violaciones en Congo y otras deprimentes como el hecho de que 5,000 candidatos apliquen por un puesto laboral vacante en Nigeria. Pero hay otras historias que no son sobre catástrofes y es muy importante, es igualmente importante, hablar de ellas.
Siempre he sentido que es imposible compenetrarse adecuadamente con un lugar o una persona sin entender todas las historias de ese lugar o esa persona. La consecuencia de la historia única es esta: roba la dignidad de la gente. Dificulta el reconocimiento de nuestra igualdad humana. Enfatiza nuestras diferencias en lugar de nuestras similitudes.
Así, ¿qué hubiera sido si antes de mi viaje a México hubiese seguido los dos polos del debate sobre inmigración, el de Estados Unidos y el de México? ¿Qué si mi madre nos hubiera dicho que la familia de Fide era pobre sí, pero muy trabajadora? ¿Qué pasaría si tuviéramos una cadena de televisión africana que transmitiera diversas historias africanas en todo el mundo? Lo que el escritor nigeriano Chinua Achebe llama un “equilibrio de historias”.
Y ¿qué si mi compañera de cuarto hubiera sabido de mi editor nigeriano, Mukta Bakaray, un hombre extraordinario, que dejó su trabajo en un banco para seguir su sueño y fundar una casa editorial? Ahora bien, la sabiduría convencional era que los nigerianos no leen literatura. Él no estaba de acuerdo. Pensaba que la gente que podía leer leería, si la literatura estaba disponible y era asequible.
Poco después de haber publicado mi primera novela fui a una estación de televisión en Lagos para una entrevista. Una mujer que trabajaba allí como mensajera se acercó y me dijo: “Realmente me gustó tu novela, pero no me gustó el final. Ahora tienes que escribir lo que sigue y esto es lo que pasará …”. Y siguió contándome qué debería de escribir en la secuela. No sólo estaba yo encantada, sino muy conmovida. Estaba frente a una mujer perteneciente a las masas ordinarias de nigerianos, que se suponía no eran lectores. No sólo había leído el libro, sino que se había adueñado de él y se sentía con derecho a contarme qué debería de escribir en la secuela.
¿Y qué pasaría si mi compañera de cuarto hubiera conocido a mi amiga Fumi Onda, una mujer osada, conductora de un programa de televisión en Lagos, determinada a contarnos las historias que nosotras preferimos olvidar? ¿Y si mi compañera de cuarto hubiera sabido sobre la cirugía de corazón realizada en un hospital de Lagos la semana pasada? ¿Qué, si mi compañera de cuarto conociera la música contemporánea de Nigeria? Gente talentosa que canta en inglés y pidgin, en igbo, yoruba e ijo, mezclando influencias desde Jay-Z hasta Fela, desde Bob Marley hasta sus abuelos. ¿Y si mi compañera de cuarto supiera de la abogada que recientemente fue a la corte en Nigeria para desafiar una ley ridícula que requería que las mujeres tuvieran la aprobación de sus maridos para poder renovar sus pasaportes? ¿Y qué tal si mi compañera de cuarto conociera a Nollywood, lleno de gente innovadora, haciendo películas a pesar de grandes limitaciones técnicas? Películas tan populares que son realmente el mejor ejemplo de que los nigerianos consumen lo que producen. ¿Y si mi compañera de cuarto conociera mi maravillosa y ambiciosa trenzadora de cabello quien acaba de iniciar su propio negocio de venta de extensiones para pelo? ¿O supiera de millones de otros nigerianos que comienzan un negocio y a veces fracasan, pero siguen teniendo ambiciones?
Cada vez que regreso a casa debo confrontarme con las mismas causas de irritación para la mayoría de los nigerianos: nuestra infraestructura fallida, nuestro gobierno fallido. Pero también con la increíble maleabilidad de la gente que prospera a pesar del gobierno y no gracias a él. Cada verano dirijo talleres de escritura en Lagos y es impresionante para mí ver cuánta gente está ansiosa por escribir, por contar historias.
Mi editor nigeriano y yo acabamos de empezar una asociación sin fines lucrativos llamado Farafina. Tenemos grandes sueños de construir bibliotecas y abastecer las bibliotecas ya existentes, y proveer de libros a las escuelas estatales que no tienen nada en sus bibliotecas, y también organizar muchos, muchos talleres de lectura y escritura para todos los que están ansiosos por contar nuestras muchas historias. Las historias importan, muchas historias importan. Las historias se han usado para despojar y calumniar, pero las historias también pueden ser usadas para dar poder y humanizar. Las historias pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero las historias también pueden reparar esa dignidad rota.
La escritora estadounidense Alice Walker escribió sobre sus parientes sureños que se mudaron al norte. Les presenta un libro sobre la vida sureña que dejaron atrás; “Se sentaron por allí, ellos mismos leyendo el libro, escuchándome leer el libro, y recuperamos una clase de paraíso”. Me gustaría terminar con este pensamiento; que cuando rechazamos la historia única, cuando nos damos cuenta de que nunca hay una historia única sobre ningún lugar, recuperamos una suerte de paraíso.
Si anhelamos con sinceridad y pasión la seguridad, el bienestar y el libre desarrollo del talento de todos los hombres no hemos de carecer de los medios necesarios para conquistarlos.
A. Einstein.
Pocos hombres de su nivel intelectual han dado pruebas tan extremas de altruismo y de generosos sentimientos como este sabio que exhibía la nobleza y a veces el candor y la modestia de los que son realmente grandes.
Todas las tribunas le fueron aptas para movilizar el espíritu de la gente sin distinción de razas ni credos. Estuvo fraternalmente cerca de pacifistas como Mahatma Gandhi, Bertrand Russell y Romain Rolland. Además, prestó su colaboración espontánea y sincera a los movimientos que en su tiempo bregaban por la libertad de las minorías oprimidas. Se hallaba convencido de que era posible eliminar los nacionalismos fanáticos, y que la humanidad deseaba unirse en favor del progreso y la cultura, para lo cual le era indispensable borrar las fronteras y eliminar el servicio militar obligatorio, al que consideraba una ofensa permanente contra la dignidad humana. Creía, con Franklin, que no hubo nunca una mala paz ni una buena guerra, aferrado a su moral concreta forjada en la observación y en los hechos.
El pacifismo de Einstein carece de retórica y va directamente a los problemas planteados por el nuevo impulso que la ciencia dio a la tecnología militar. Nadie conocía mejor que él el efecto destructor de las armas modernas, y en cierto modo resulta una ironía que quien descubrió la clave para desintegrar el átomo debía convertirse en el detractor sistemático de su perfeccionamiento y empleo.
Se ha pretendido ver en esta actitud del gran físico una flagrante contradicción. Sin embargo, el científico en su caso y en el de los que le precedieron, pretende arrancarle los secretos a la naturaleza y en esta tarea tan compleja recibe no pocas sorpresas y acepta tremendos desafíos. Su labor no está limitada por factores morales. La ciencia es ajena a todos los códigos posibles y sólo tiene como norma penetrar en el misterio que le rodea.
La tragedia aparece cuando el poder político- dominado siempre por oscuros intereses- decide sobre el uso de ciertos descubrimientos y sus posibilidades de aplicación. Entonces la elección no está en manos del científico ni se le consulta en cuanto al problema ético que puede creársele. En la mayoría de los casos se ve obligado a ceder, acorralado por la tradición, el patriotismo, la defensa de la nacionalidad y otros prejuicios ante los cuales su filosofía moral, siempre débil, si existe, se hunde irremediablemente. Recuerda él mismo el caso de Alfred Nobel, descubridor del explosivo más poderoso de su tiempo y que, después, quizá para acallar su conciencia culpable, estableció el premio para la paz y otros de orden cultural.
No cabe duda que Einstein, el físico, convertido en una especie de ídolo universal, debió reconstruir su mundo moral a partir de la aparición del nacionalsocialismo. También se vio constreñido a asumir su conciencia judía, hasta entonces un poco borrosa en su mente. Confiesa, al comenzar la década del treinta, que fueron los paganos quienes le recriminaron su origen racial.
Esta lucha interior del físico con su medio ambiente y su propio pasado se agudiza a medida que los acontecimientos políticos en Europa muestran una resuelta tendencia bélica. La vida en el viejo mundo se carga de violencia como resultado de la secuela de choques ideológicos, revoluciones, conflictos civiles y rencores que dejó la primera guerra y la mala tregua que se preparó como trampolín para saltar a la conflagración de 1939. El ajuste de cuentas quedó pendiente. Los ganadores procedieron con mezquindad y arrogancia; los vencidos no ocultaron su odio y la hora del desquite. Los científicos también tomaron partido, y casi todos fueron beligerantes.
Einstein insiste en que no creó la bomba, pero que sugirió al presidente Roosevelt la necesidad de adelantarse a los alemanes, en nombre de los colegas, que como Fermi, venían trabajando en su preparación.
Se trataba de salvar la civilización y la cultura, y el monstruoso artefacto, un secreto a medias, quedó en poder de las naciones que, según la presunción admitida, representaban, en la contienda, la libertad y el derecho. Hay que consignar, en honor de Einstein, el gesto de coraje, muestra de decepción y escepticismo, con que en 1947 expresó:
Con toda franqueza declaro que la política exterior de los EE.UU., a partir del cese de hostilidades, me ha recordado la actitud de Alemania en los tiempos del Kaiser Guillermo II, y sé que esta penosa analogía es compartida por muchas personas.
Desde 1933, fecha en que se incorporó como profesor al Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Princeton, Einstein desplegó una inusitada actividad intelectual. Sobre, su fama de físico estructuró toda una conjunción de ideas filosóficas de hondo sentido ético y humanista que no obedecían a ninguna escuela determinada, sino a su condición de hombre comprometido con la vida y la dignidad humana. Sus escritos, de variado tono, se destacan por una tendencia definida: la instauración de un sistema moral, político y económico capaz de erradicar la guerra y poner al servicio de la humanidad los beneficios de la ciencia y la tecnología, un gobierno mundial, en suma, que dé a la cultura la merecida extensión y le suprima su marbete elitista.
El saber libresco no ayuda a crear la personalidad y la enseñanza autoritaria convierte al estudiante en un autómata, un rebelde, o un perro amaestrado, según sus propias palabras. Einstein es un moralista activo, que advierte la necesidad de atenerse a la conducta leal en las relaciones entre los individuos y los pueblos, una manera de elevar el contenido de la existencia. Y si bien acepta la religión en la forma que cree descubrirla en Spinoza- un panteísmo, de acuerdo con la interpretación tradicional- afirma que la moral pertenece al ámbito humano y crece dentro de una comunidad donde esta delicada planta se manifiesta como unidad en la diversidad.
Prologo del libro "Mi Credo Humanista - Albert Einstein"
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