Revelación y asombro para los europeos de los siglos XVI y XVII, fueron las crónicas, noticias y relaciones de los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo. Europa -continente antiguo, poseedor de larga historia- mostró avidez por conocer las extrañas formas de vivir de esos "pueblos bárbaros", que sus navegantes, exploradores y conquistadores iban "descubriendo".
Los datos aportados, con espontaneidad o con doblez, por los "cronistas de Indias", se recibieron en Europa con el más vivo interés. Pudieron convertirse algunas veces en tema de controversia, pero nunca dejaron de ser objeto de reflexión. No sólo los conquistadores y los frailes misioneros, sino también los sabios y humanistas europeos, los historiadores reales, intentaron forjarse imágenes adecuadas de las diversas realidades físicas y humanas existentes en el Nuevo Mundo.
Los resultados fueron diversos. Hubo "proyecciones" de viejas ideas. Se pensó, por ejemplo, que determinados indígenas eran en realidad los descendientes de las tribus perdidas de los judíos. Tal es el caso de fray Diego de Durán a propósito del mundo náhuatl. Otras veces las relaciones e historias eran una apología más o menos consciente de la Conquista, como en el caso de Hernán Cortés. En algunas crónicas aparecen los indígenas del Nuevo Mundo como gente bárbara, idólatras entregados a la antropofagia y a la sodomía, mientras que en otras son descritos como dechado de virtudes naturales.
Ruta de los conquistadores
Aprovechando las noticias que llegaban, se escribieron luego en Europa historias con el criterio humanista propio de la época. Bastaría con recordar las décadas De orbe novo del célebre Pedro Mártir de Angleria, en las que tantas veces expresa su admiración al describir las artes y formas de vida de los indios. O el impresionante cúmulo de información de primera mano que acerca de las Indias allegó e incorporó en su Historia General el cronista real Antonio de Herrera. En resumen, puede decirse que la historiografía, no ya sólo española y portuguesa, sino también francesa, inglesa, alemana e italiana, cobraron nueva vida al hacer objeto de su estudio las cosas naturales y humanas del Nuevo Mundo.
Pero, frente a este innegable estupor e interés del mundo antiguo por las cosas y los hombres de este continente, rara vez se piensa en la admiración e interés recíproco que debió despertar en los indios la llegada de quienes venían de un mundo igualmente desconocido. Porque, si es atractivo estudiar las diversas formas como concibieron los europeos a los que, por error, llamaron "indios", el problema inverso, que lleva a ahondar en el pensamiento indígena -tan lejano y tan cercano a nosotros- encierra igual, si no es que mayor interés. ¿Qué pensaron los hombres del Nuevo Mundo, en particular los mesoamericanos, nahuas, mayas y otros al ver llegar a sus costas y pueblos a los "descubridores y conquistadores"? ¿Cuáles fueron sus primeras actitudes? ¿Qué sentido dieron a su lucha? ¿Cómo valoraron su propia derrota?
Es cierto que estas preguntas no podrán contestarse en todos los casos. Mas, por lo menos, habrá algunas respuestas, tratándose de las culturas indígenas que alcanzaron mayor desarrollo. Sus textos y pinturas por una parte, y las relaciones españolas por otra, constituirán las dos caras distintas del espejo histórico en el que se refleja la Conquista. Como es natural, las imágenes logradas por mesoamericanos y españoles mostrarán grandes variantes. No obstante condenaciones e incomprensiones mutuas, en el fondo ambos tipos de imágenes son intensamente humanas. En cuanto tales, deberán estudiarse sin prejuicio. Porque, su examen sereno, mas allá de fobias y fílias, ayudará a comprender la raíz del México actual, consecuencia viviente del encuentro violento de esos dos mundos.
Dentro de Mesoamérica, son las culturas maya y náhuatl las que ofrecen el más amplio testimonio indígena de la Conquista. Ambas fueron culturas con historia, escritura y transmisión oral. Una breve mención del interés que tenían por la historia esos pueblos indígenas, pondrá de manifiesto el porqué de su empeño por conservar su propia visión de la Conquista.
Interés por la historia en el mundo indígena
Las estelas mayas y otros monumentos conmemorativos mayas y nahuas, los códices históricos, xiuhámatl, "libros de años", del mundo náhuatl prehispánico, redactados a base de una escritura principalmente ideográfica e incipientemente fonética, dan testimonio del gran interés que ponían, entre otros, nahuas y mayas por preservar el recuerdo de los hechos pasados de alguna importancia. Complemento de lo anterior eran los textos fielmente memorizados en sus centros prehispánicos de educación, donde se enseñaban a los estudiantes, además de otras cosas, las viejas historias acerca de cuanto había sucedido, año por año, tal como se consignaba en sus códices.
Un único testimonio vamos a aducir de este aprecio indígena por conservar su historia, tomado de quien, sin pretender la alabanza de los indios, allegó en pleno siglo XVI, mejor que nadie, relaciones y noticias acerca de la Historia general de los hechos de los castellanos en las Islas y Tierra Firme de el Mar Océano, o sea, el cronista Mayor de Felipe II, don Antonio de Herrera. Sea excusa de una larga cita el interés de la misma. Escribe así Herrera en el libro X de su Década cuarta:
Conservaban las naciones de Nueva España, la memoria de sus antiguallas: En Yucatán, i en Honduras, havia vnos Libros de Hojas, enquadernados, en que tenian los Indios la distribucion de sus tiempos, i conocimiento de las Plantas, i Animales, i otras cosas naturales.
En la Provincia de Mexico, tenian su Libreria, Historias, i Kalendarios, con que pintaban; las que tenian Figuras, con sus proprias Imagen i con otros Caracteres, las que no tenian Imagen proprias: asi figuraban cuanto querian.Y para memoria del tiempo, en que acaecia cada cosa, tenian aquellas Ruedas, que era cada vna de vn Siglo de cinquenta i dos Años; i al lado de estas Ruedas, conforme al Año, en que sucedian cosas memorables, iban pintando con las Pinturas, i Caracteres dichas, así como poniendo vn Hombre pintado con vn Sombrero, i vn Saio colorado, en el Signo de Caña, que corria entonces, como señalaron el Año, que los Castellanos entraron en su Tierra, i asi en los demas sucesos.
I como sus Figuras no eran tan suficientes, como nuestra Escritura, no podian concordar puntualmente en las palabras, sino en lo substancial de los conceptos: pero vsaban aprender de coro, Arengas, Parlamentos, i Cantares. Tenian gran curiosidad, en que los Muchachos los tomasen de memoria, i para esto tenian Escuelas, adonde los Ancianos enseñaban a los Mozos estas cosas, que por tradición, se han siempre conservado mui enteras.
I luego que entraron los Castellanos en aquella Tierra, que enseñaron el Arte de Escrivir a los Indios, escrivieron sus Oraciones, i Cantares, como entre ellos se platicaban, desde su maior antiguedad: por sus mismos Caracteres, i Figuras escrivian estos razonamientos, i de la misma manera escriven el Pater noster, i el Ave Maria, i toda la Doctrina Christiana.
Pues bien, nahuas y mayas que tanto empeño ponían y "tanta curiosidad tenían" en "conservar la memoria de sus antiguallas", no dejaron perecer el recuerdo -su propia visión- del más impresionante y trágico de los acontecimientos: la Conquista hecha por hombres extraños, que acababan por destruir para siempre sus antiguas formas de vida. El presente libro -especie de antología de textos y pinturas- ofrece algunos rasgos de las varias imágenes que los mesoamericanos de idioma náhuatl de Tenochtitlan, Tlatelolco, Tetzcoco, Chalco y Tlaxcala se formaron acerca de Cortés y los españoles, acerca de la Conquista y la ruina final de su metrópoli, México-Tenochtitlan.
Un trabajo semejante podrían preparar también los mayistas, que disponen asimismo de relaciones indígenas de la Conquista, entre otras, las contenidas en los Anales de los Xahil, Títulos de la Casa Ixquin-Nehaip, en la Crónica de Chac-XulubChen, y por lo menos fragmentariamente, en algunos de los libros de losChilam Balam.
Toca tratar ahora, con la brevedad que exige esta introducción, acerca del origen y modo como se escribieron y pintaron los varios testimonios dejados por hombres de cultura náhuatl, varios de ellos testigos de la Conquista, y que constituyen la que hemos llamado una Visión de los vencidos.
Relaciones y pinturas nahuas acerca de la Conquista
Fray Toribio de Benauente, Motolinía, llegado a México-Tenochtitlan en junio de 1524, formando parte del célebre grupo de los doce franciscanos venidos a Nueva España, es el primero en descubrir el interés que tuvieron los indios por conservar sus propios recuerdos acerca de la Conquista. He aquí las palabras mismas de Motolinía, al principio del Tratado Tercero de su Historia de los indios de la Nueva España:
Mucho notaron estos naturales indios, entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los españoles, como cosa muy notable y que al principio les puso muy grande espanto y admiración. Ver una gente venida por el agua (lo que ellos nunca habían visto, ni oído que se pudiese hacer), de traje tan extraño del suyo, tan denodados y animosos, tan pocos entrar por todas las provincias de esta tierra con tanta autoridad y osadia, como si todos los naturales fueran sus vasallos. Así mismo se admiraban y espantaban de ver los caballos y lo que hacían los españoles encima de ellos...A los españoles llamaron teteuh, que quiere decir dioses y los españoles, corrompiendo el vocablo decí;an teules...Asimismo los indios notaron y señalaron para tener cuenta con el año que vinieron los doce frailes juntos . . .
En la actualidad se conservan varias de esas relaciones nahuas, en las que, como lo nota Motolinía, consignaron la venida de los españoles y los principales hechos de la Conquista. Esas relaciones y pinturas, junto con otras varias historias escritas un poco más tarde también por indígenas, son enconjunto más de doce. De desigual importancia, antigüedad y extensión, son suficientes para estudiar los rasgos característicos de la imagen que se formaron los cronistas de lengua náhuatl acerca de la Conquista. Brevemente describiremos las principales de estas relaciones, tomando en cuenta tanto su antigüedad, como su mayor o menor extensión.
a) Cantares acerca de la Conquista
Parece ser que los más antiguos testimonios indígenas sobre la Conquista encontraron natural expresión en varios cantares, compuestos a la usanza antigua, por algunos de los pocoscuicapicque o poetas nahuas sobrevivientes. Así, para no citar otros, pueden recordarse al menos aquellos dos poemas, verdaderos ejemplos de los llamados icnocuícatl, "cantos tristes", o elegías, en el primero de los cuales se describen los últimos días del sitio de Tenochtitlan, mientras que en el segundo se refiere cómo se perdió el pueblo mexícatl. Copiamos aquí siquiera unas estrofas de cada uno de dichos poemas, para mostrar ya cuál fue la reacción de los mexicas, al contemplar destruído su mundo y forma de vida antigua:
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes estan salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua de salitre.
Golpeábamos, en tanto los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad...Llorad, amigos míos,
tened entendido que con estos hechos
hemos perdido la nación mexicatl.
¡EI agua se ha acedado, se acedó la comida!
Esto es lo que ha hecho el Dador de la Vida en [Tlatelolco. . .
Como indica el doctor Ángel Ma. Garibay, al analizar Como indica el doctor Angél Ma. Garibay, al analizar estos documentos en su Historia de la literatura náhuatl, para la composición del segundo de esos poemas podría fijarse la fecha dc 1523 y para la del primero el año siguientc dc 1524.
b) La relación anónima de Tlatelolco (1528)
Pero además de los poemas, existen las Relaciones netamente indígenas, escritas ya desde 1528. Verdaderamente importante es en este sentido el manuscrito 22 de la Biblioteca Nacional de París, conocido bajo el título de "Unos Anales Históricos de la Nación Mexicana", escrito en nahuatl por autores anónimos de Tlatelolco hacia 1528. Tan valioso testimonio pone al descubierto un hecho ciertamente extraordinario: el de un grupo de mexicas, que antes de la fundación misma del Colegio de Santa Cruz, llegaron a conocer a la perfección el alfabeto latino y se sirvieron de él para consignar por escrito diversos recuerdos de sus tiempos pasados y sobre todo su propia visión de la Conquista. Si como documento son valiosos estos anales, desde un punto de vista literario y humano lo son todavía mucho más, porque en ellos se expresa por vez primera con no pocos detalles el cuadro de la destrucción de la cultura náhuatl, tal como lo vieron algunos de sus supervivientes. La versión castellana de este texto, preparada por Garibay sobre la base de la reproducción similar del mencionado manuscrito de la Biblioteca Nacional de París, se incluye íntegramente, en lo que a la Conquista se refiere, en el capítulo XIV de este libro. En el elenco bibliográfico que va al final de esta obra, podrán hallarse las referencias correspondientes, tanto de la versión castellana, como de otra al alemán, así como de la reproducción facsimilar de tan importante testimonio.
c) Testimonios de los informantes de Sahagún
Sigue en importancia y antiguedad al texto de 1528, la mucho más amplia relación de la Conquista que, bajo la mirada de fray Bernardino de Sahagún, redactaron en idioma náhuatl varios de sus estudiantes indígenas de Tlatelolco, aprovechando los informes de algunos ancianos, testigos de la Conquista. Según parece, la primera redacción de este texto "en el lenguaje indiano, tan tosco como ellos lo pronunciaron", como escribe Sahagún, quedó terminada hacia 1555. Posteriormente fray Bernardino hizo un resumen en castellano de la misma. Se tiene noticia de que hubo una segunda redacción asimismo en náhuatl, concluída hacia 1585 y en la que, según Sahagún, se hicieron varias correcciones, respecto de la primera, ya que en aquélla "se pusieron algunas cosas que fueron mal puestas y otras se callaron que fueron mal calladas..."
No es posible decir si ganó o perdió el texto con esta enmienda, ya que se desconoce el paradero del texto en náhuatl revisado. El hecho es que, tal como hoy se conserva la relación de la Conquista, debida a los informantes de Sahagún, constituye el testimonio más amplio dejado al respecto.Abarca desde los varios presagios que se dejaron ver,"cuando aún no habían venido los españoles a esta tierra", (incluido en el capítulo I de este libro), hasta uno de los discursos, "con que amonestó Don Hernando Cortés a todos los señores de México, Tezcoco y Tlacopan", exigiéndoles la entrega de oro y de sus varios tesoros.
En este libro se incorporan numerosas secciones de tan valioso testimonio. De igual manera que en el caso anterior, se ofrecen al fin las correspondientes referencias bibliográficas.
d) Principales testimonios pictográficos
Tanto en lo que se refiere a la obra de los informantes de Sahagún, como en otras varias recopilaciones llevadas a cabo por hombres de lengua náhuatl, encontramos la supervivencia de su antigua manera de escribir la historia, sobre la base de pinturas. Mencionamos aquí tan sólo algunos de los principales trabajos en este sentido: las pinturas correspondientes al texto náhuatl de los informantes de Sahagún, que hoy día se conservan en el Códice Florentino. El célebre Lienzo de Tlaxcala, de mediados del siglo XVI, que ofrece en ochenta cuadros una relación de los tlaxcaltecas, aliados de los conquistadores. La serie de pinturas del impropiamente llamadoManuscrito de 1576 (ya que en él se ofrecen datos de fecha posterior a la citada), conocido también bajo el nombre de Códice Aubin, en el que al lado de importantes textos, se conservan también ilustraciones alusivas. Hay asimismo dibujos de procedencia indígena en el manuscrito conocido como Códice Ramírez, debido probablemente a la recopilación de datos que en los años anteriores a 1580, llevó a cabo el jesuita Juan de Tovar, así como en la obra de fray Diego de Durán, quien, como se sabe, tuvo acceso a otros muchos testimonios indígenas hoy desaparecidos.
De esas fuentes pictográficas, provienen las ilustraciones que se incluyen en el presente libro y que fueron copiadas por la hábil pluma de Alberto Beltrán.
e) Otras relaciones indigenas más breves
Además de las ya mencionadas fuentes pictográficas, existen otras varias relaciones indígenas de menor extensión, de algunas de las cuales se transcribirán aquí varios fragmentos. En el ya citadoCódice Aubin, o de 1576, se encuentran varios textos de sumo interés. De él se tomó una de las versiones indígenas que acerca de la matanza del Templo Mayor se dan en el capítulo IX de este libro.
Otros importantes testimonios nos ofrecen don Fernando Alvarado Tezozómoc en sus dos crónicas "Mexicana" y "Mexicáyotl", así como el célebre historiador oriundo de Chalco, Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimaltain Cuauhtlehuanitzin, de caya Séptima Relación se tomó un texto incluido can cl capítulo XllI de este libro en el que se describen las pesquisas llevadas a cabo por Cortés, después de tomada la ciudad.
Además del ya citado Códice Ramírez, en el que también se contienen importantes noticias de informantes de Tlatelolco, deben mencionarse las breves secciones acerca de la Conquista contenidas en los Anales Tepanecas de Azcapotzalco y en los más breves de México y Tlatelolco. De todas estas fuentes se ofrece, como en los casos anteriores, la correspondiente referencia bibliográfica al final de este libro.
f) Testimonios de los aliados indígenas de Cortés
Deficiente resultaría esta presentación de textos indígenas acerca de la Conquista, si no se incluyeran en ella, por lo menos en algunos casos, los testimonios de algunos escritores indígenas y mestizos, que hacen gala de descender de quienes se aliaron con Cortés para conseguir la derrota de los mexicas. La pintura que de algunos hechos nos ofrecen, distinta de las otras descripciones indígenas, no cae fuera del título general de este trabajo Visión de los vencidos. Porque, si es cierto que los tlaxcaltecas y los tetzcocanos lucharon al lado de Cortés, no deja de ser igualmente verdadero que las consecuencias de la Conquista fueron tan funestas para ellos como para el resto de los pueblos náhuas: todos quedaron sometidos y perdieron para siempre no poco de su antigua cultura
De estos testimonios, además del ya citado Lienzo de Tlaxcala, se aducen aquí algunos textos tomados de la Historia de Tlaxcala, redactada en castellano por Diego Muños Camargo, mestizo que escribió durante la segunda mitad del siglo XVI. Es particularmente interesante su versión, claramente tendensiosa, de la matanza de Cholula, texto que se incluye en el capítulo V de este libro.
Ciudad de Tenochtitlan
La interpretación histórica de la Conquista, desde el ángulo de los tetzcocanos, nos la ofrece el célebre descendiente de la casa de Tetzcoco, don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl. Tanto en su XIII relación, como en su Historia chichimeca, escritas ambas en castellanos, se encuentran numerosos datos recogidos por Ixtlilxóchitl de antiguas fuentes indígenas en náhuatl hoy desconocidas, pero interpretadas con un criterio muy distinto al de los escritores de México y Tlatelolco. Los textos de Ixtlilxóchitl que aquí se transcribirán son en algunos casos particularmente interesantes. Así para citar sólo un ejemplo, aquel breve cuadro que pinta la reacción de la vieja indígena Yacotzin, madre del príncipe Ixtlilxóchitl, hijo de Nezahualpilli y aliado de Cortés, que calificó a su hijo de loco y sin juicio por haber abrazado tan de prisa la religión de "esos bárbaros" (los españoles) , que en forma tan violenta habían hecho su aparición en Anáhuac .
Tales son, descritas de manera general, las principales fuentes indígenas de las que provienen los textos e ilustraciones que en este trabajo se ofrecen. Preservándose en ellas el testimonio de quienes vieron y sufrieron la Conquista, sin hipérbole puede afirmarse que la presentación de estos documentos, con todas las limitaciones propias de quienes llevamos a cabo la versión y selección de los mismos, constituye un cuadro indígena de la Conquista: una Visión de los vencidos.
Valor humano de las relaciones indígenas de la Conquista
Un estudio comparativo de los textos y pinturas indígenas que acaban de describirse mostrará sin duda numerosos puntos de desacuerdo respecto de las diversas crónicas y relaciones españolas de la Conquista. Sin embargo, más que constatar diferencias y posibles contradicciones entre las fuentes indígenas y las españolas, nos interesan aquí los textos que van a aducirse en cuanto testimonio profundamente humano, de subido valor literario, dejado por quienes sufrieron la máxima tragedia: la de ver destruídos no ya sólo sus ciudades y pueblos, sino los cimientos de su cultura.
No es exageración afirmar que hay en estas relaciones del hombre náhuatl pasajes de un dramatismo comparable al de las grandes empopeyas clásicas. Porque, si al cantar en la Ilíada la ruina de Troya nos dejó Homero el recuerdo de escenas del más vivo realismo trágico, los escritores indígenas, antiguos poseedores de la tinta negra y roja de sus códices, supieron también evocar los más dramáticos momentos de la Conquista. Valgan como ejemplo de lo dicho, unos cuantos párrafos entresacados de los documentos que en este libro se presentan.
En pocas líneas narran los informantes indígenas de Sahagún el modo como comenzó la terrible matanza del Templo Mayor perpetrado por Pedro de Alvarado. Después de describir el principio de la fiesta de Tóxcatl, "mientras se van enlazando unos cantos con otros", aparecen de pronto los españoles entrando al patio sagrado:
Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y le dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersadas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra. Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse a salvo, no hallaban a donde dirigirse . . .
Otro cuadro, obra maestra del arte descriptivo de los nahuas, nos pinta el modo como vieron a esos "ciervos o venados", sobre los que montaban los españoles, es decir, los caballos. Ya Motolinía, en el párrafo que se citó más arriba, nos habla de "la admiración de los indios al contemplar los caballos y lo que hacían los españoles encima de ellos". Ahora son los informantes de Sahagún quienes nos ofrecen su propia descripción. Tal es su fuerza, que parece una evocación de aquella otra pintura extraordinaria del caballo, que dejó escrita en hebreo el autor del Libro de Job. Escuchemos la descripción dada por los hombres de Mesoamérica:
Vienen los "ciervos" que traen en sus lomos a los hombres. Con sus cotas de algodón, con sus escudos de cuero, con sus lanzas de hierro. Sus espadas, penden del cuello de sus "ciervos".Estos tienen cascabeles, están encascabelados, vienen trayendo cascabeles. Hacen estrépito los cascabeles, repercuten los cascabeles.
Esos "caballos", esos "ciervos", bufan, braman. Sudan a mares: como agua de ellos destila el sudor. Y la espuma de sus hocicos cae al suelo goteando: es como agua enjabonada con amole: gotas gordas se derraman.
Cuando corren hacen estruendo; hacen estrépito, se siente el ruido, como si en el suelo cayeran piedras. Luego la tierra se agujera, luego la tierra se llena de hoyos en donde ellos pusieron su pata. Por sí sola se desgarra donde pusieron la mano o pata...
Finalmente, para no alargar más la serie de ejemplos que podrían aducirse, copiamos tan sólo el breve relato conservado por los autores anónimos del manuscrito de Tlatelolco de 1528, en el que mencionan la suerte que corrieron aquellos sabios o magos, seguidores de Quetzalcoátl, que vinieron a entregarse a los conquistadores en Coyoacan, después de sometido ya todo el Valle de México. Llegaron con los libros de pinturas bajo el brazo, los poseedores de la antigua sabiduría, simbolizada por la tinta negra y roja de sus códices. No sabemos porqué voluntariamente optaron por entregarse. Pero los conquistadores les echaron los perros. Sólo uno pudo escapar. Escuchemos el testimonio indígena:
Y a tres sabios de Ehécatl (Quetzalcóatl), de origen tetzcocano, los comieron los perros. No más ellos vinieron a entregarse. Nadie los trajo. No más venían trayendo sus papeles con pinturas (códices). Eran cuatro, uno huyó: sólo tres fueron alcanzados, allá en Coyoacán.
Escenas como las citadas abundan en las relaciones indígenas que aquí se publican. Quien lea el presente libro, no podrá menos de sorprenderse al encontrar en la documentación indígena incontables pasajes, tan dramáticos y en cierto modo tan plásticos, que parecen una invitación al artista, pintor o dibujante, capaz de llevarlos al lienzo o al papel.
Por otra parte, la riqueza de información y el modo mismo como la presentan los nahuas en sus relaciones, abre sin duda el camino a numerosos temas de investigación.
Piénsese por ejemplo en estudios tales como el de "la imagen indígena del otro" (los españoles), que podría mostrar los diversos esfuerzos realizados por los indios para comprender quienes eran esos hombres desconocidos, venidos de más allá de las aguas inmensas. Proyectando primero sus viejos mitos, creyeron los mexicas que Quetzalcóatl y los otros teteo (dioses) habían regresado. Pero, al irlos conociendo más de cerca, al ver su reacción ante los objetos de oro que les envió Motecuhzoma, al tener noticias de la matanza de Cholula y al contemplarlos por fin frente a frente en Tenochtitlan, se desvaneció la idea de que Quetzalcóatl y los dioses hubieran regresado. Cuando asediaron a la ciudad los españoles, con frecuencia se les llama popolocas (bárbaros). Sin embargo, nunca se olvidan los cronistas nahuas del poder material superior de quienes en un principio tuvieron por dioses. Implícitamente, en función de su pensamiento simbólico, a base de "flores y cantos", conciben una imagen del otro tan radicalmente extraño. Los rasgos de esa imagen están precisamente en los textos que acerca de la Conquista escribieron. He aquí un posible tema de investigación. Ciertamente de interés.
Pero, no es ese el único aspecto que podría estudiarse. Además del asunto propiamente histórico de comparar los testimonios indígenas con los de los españoles, es posible contraponer las ideas propias de ese mundo indígena casi mágico, que tenía su raíz en los símbolos, con la mentalidad mucho más práctica y sagaz de quienes, superiores en la técnica, se interesaban principalmente por el oro. Y queriendo llevarse todavía más adelante este espíritu comparativo, podría aducirse aún una tercera actitud, abundante asimismo en variantes accidentales. Nos referimos a la impresión que dejó la Conquista en el ánimo de los primeros misioneros. Motolinía, Olmos, Las Casas y Sahagún no contemplaron con sus propios ojos el esplendor del mundo prehispánico, antes de la Conquista, pero conocieron al menos los testimonios que acerca de la antigüa cultura rindieron sus informantes. Las noticias que pudieron allegar acerca del pasado de los nahuas, parangonadas con la situación de los mismos dos lustros después, les permitió valorar la Conquista.
Particularmente Fray Bernardino de Sahagún, quien más que nadie reunió datos innumerables acerca de las instituciones culturales del mundo náhuatl prehispánico, se expresa con dureza, pero con justicia, acerca de los resultados de la Conquista. No es posible -esto puede ser objeto de un estudio aparte- aducir aquí los varios párrafos que dejó escritos fray Bernardino en diversos lugares de su Historia general de las cosas de Nueva España, acerca de lo que fue a su juicio la Conquista. No nos resistimos, sin embargo, a transcribir siquiera unas líneas en las que compara la ruina de los nativos con la maldición que Jeremías fulminó contra Judea y Jerusalén, amenazándolas con su total destrucción. Después de citar Sahagún parte del capítulo V del Libro de Jeremías, concluye diciendo:
Esto a la letra ha acontecido a estos indios, con los españoles, pues fueron tan atropellados y destruídos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están tenidos por bárbaros, y por gente de bajísimo quilate (como según verdad, en las cosas de policía, echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presunción de políticas, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía). En esto poco con gran trabajo se ha rebuscado; parece mucha la ventaja que hicieran, si todo se pudiera haber.
Tal es el parecer de un hombre extraordinario, que a diferencia de muchos de sus compatriotas, no buscaba el oro, sino el conocimiento integral de una gran cultura humana y la incorporación de sus valores y su gente al Evangelio de Cristo.
Para terminar, queremos señalar que esta especie de antología de las principales relaciones indígenas de la Conquista, muy lejos de ser una edición crítica de las mismas, no va acompañada de las numerosas aclaraciones y notas que pudieran hacerse a dichos documentos. Destinándose a estudiantes y aun público no especializado, únicamente se explican en el texto, entre paréntesis y en algunas notas al calce, algunos nombres y conceptos que no podrían comprenderse fácilmente sin su correspondiente aclaración.
Agradecemos de manera especial al doctor Ángel Ma. Garibay K; recordado maestro que, con espíritu humanista, redescubrió estos textos, su generosidad al permitirnos aprovechar sin restricción alguna las traducciones preparadas por él de casi todos los textos que aquí se ofrecen, así por haber revisado los originales de este libro.
Como en otros casos, es también ahora Alberto Beltrán quien ha copiado fielmente las pinturas y dibujos de procedencia indígena referentes a la Conquista, que aquí se publican. A tan valioso colaborador expresamos nuestra gratitud, así como de una manera muy especial a la Universidad Nacional Atónoma de México que incluye esta obra en su prestigiada "Biblioteca del Estudiante Universitario".
El estudio de las relaciones indígenas de la Conquista abre las puertas a posibles investigaciones de profundo interés histórico. Que esta modesta antología , que ahora se publica, ayude a despertar el entusiasmo por trabajos semejantes, es nuestro más grande deseo. El examen sereno del encuentro de esos dos mundos el indígena y el hispánico, de cuya dramática unión México y los mexicanos descendemos, ayudará a valorar mejor la raíz más honda de nuestros conflictos, grandezas y miserias, y en una palabra del propio "rostro y corazón", expresión de nuestra fisonomía cultural y étnica.